Ayer leía un artículo que me dejó patidifuso. En esta vorágine de datos y bits que es el siglo XXI, una empresa de casetes de audio, la más grande del mundo, afirma vivir su mejor año desde que iniciara su actividad en 1969. No sé siquiera si los recordáis. Eran -perdón, son- estas cajitas de plástico que enrollaban cinta magnética en dos bobinas y que tu padre todavía guarda en la guantera del coche junto a un boli Bic. Pues bien, la nostalgia de tu progenitor y sus Rayban roídas te hacen parecer un 'carca' a su lado, por mucha camisa hortera de los noventa que me lleves. Al parecer, el romanticismo del vinilo -ni comparable, en mi opinión- se ha quedado en fetichismo ´yupi´ para amantes del progresivo o del R&B, mientras que lo cool hoy día es escuchar Pop Indie en el walkman de tu hermano mayor. Y es que ya lo dijo Edgar Morin: la vida es cíclica. Así que procura no tirar tus camisetas de Mägo de Oz de cuando tenías 16 años; por mucho que ahora les aborrezcas, todo vuelve. Y cuanto más ´retroinútil´, mejor. Hasta el propietario de la firma de casetes parece reconocerlo: «Nuestro negocio puede definirse como terco y estúpido». Pues dale, jefe, que está de moda