Rueda de prensa de la gloria deportiva de turno con gorra de enorme visera calada hasta las orejas o colocada al revés; alumnos que entran en clase dando una patada a la puerta, aderezados con gorra, camiseta de hombreras y bermudas; representantes de las fuerzas vivas locales en actos culturales, oficinas o consultas médicas con chanclas y sombrero de paja o, en su defecto, con casco de motero (o de buzo); una infanta de España que saluda a las autoridades, preside un acto solemne, pronuncia un discurso y se despide cubiertos casco y rostro con un sombrero panamá. Pues bien, yo tengo que recordar que a esto en mi tierra se le llamaba «ir con las aguaeras puestas». Porque las normas de cortesía de los seres silvestres y, en general, de las personas educadas, dictaban la forma de presentarse en público y de comportarse en casa o sitio ajenos: pedir permiso, quitarse la gorra o el sombrero al traspasar el umbral€ Pero vista la reforma actual de las costumbres, me da por pensar que soy yo el que, sin saberlo, lleva puestas las dichas aguaeras.