La decisión del papa de permitir a los curas, con motivo del año jubilar, dar la absolución a las mujeres que hayan abortado y se arrepientan en confesión, me recuerda los tiempos en que se pagaban con dinero las indulgencias a la Iglesia, cuando, si tenías pasta, podías comprar un pasaporte al cielo, y, si no, al infierno. ¿Perdonará el papa también, con el mismo método, a los violadores, a los padres y parientes abusadores, a los corruptores de menores, a los proxenetas sin escrúpulos? Porque muchos de éstos son responsables de que muchas mujeres se vean obligadas a abortar.