Es un país poco dinámico, apenas industrializado, lleno de pensionistas y funcionarios, con abundante gasto y escasos ingresos. Por todo ello se ven abocados al déficit y a la deuda pública. Pero no se sienten responsables de su propia situación y culpan al BCE, al FMI y, cómo no, a Angela Merkel. En esa situación crítica aparece uno de esos líderes mesiánicos, entreverados de populismo que comienza a inflar una burbuja en la que mete mentiras, insolencia chulesca (léase Varoufakis), amenazas, exigencias imposibles y así hasta que explota. Ahora, lejos de buscar amplios acuerdos, ahondan en la división y siguen buscando al enemigo fuera.

Si Astérix los viera diría: «Están locos estos helenos».