Si echamos una mirada retrospectiva, aunque corta, habremos de considerar que el movimiento 15M no fue humo de pajas. Que aquellas acampadas de jóvenes indignados y raftosos (no tengo nada contra las raftas, solo contra la mugre) polarizaron la indignación de una gran parte de la ciudadanía, e introdujo en la sociedad el que se pudiera dar el movimiento corrector político que hoy tenemos entre manos, y es conjurar la deriva viciada y peligrosa que llevaba la democracia para convertirse en una partitocracia nepótica, despótica y corrupta, propiciada por un cada vez más podrido bipartidismo. Este es uno de esos casos en que se dice que el presente modifica el pasado, si bien no es así, pues solo modifica nuestra visión, nuestra percepción de ese pasado, obligándonos a reinterpretarlo a cada momento.

Aquella movida de gente harta de abusos y apandadores, y ante la falta de respuesta institucional a tal demanda, dió a luz a Podemos, en un nacimiento natural y sin fórceps, casi por lo suyo€ de la mano de un grupo de jóvenes intelectuales, chavistas o no, bolivarianos o no -como en los 60 habían/habíamos ´revolucionarios´ cheguevarianos- que abogaron por una solución de rompimiento al unidor grito de contra la Casta. El resultado logrado en las europeas demostró que la cosa no iba en broma. EL pueblo estaba dispuesto a usar cualquier herramienta útil para dar un trompetazo de aviso al (poco respetable) bipartidismo. Lo que pasó después es que ese apoyo empezó a matizarse una vez comprobado el poco pragmatismo de una formación sin más formación político/social que su iluminada pseudoideología. No es lo mismo, por ejemplo, el de una Carmena que luchó en las trincheras y pagó su tributo de sangre y libertad por la democracia, que unos ilusionados teóricos que solo la han vivido para aprovecharse de las ventajas de esa misma democracia, por la que otros dejaron jirones de su vida. No, no es igual€

Así que, quizá por eso mismo, Podemos ha pasado, en muy poco espacio de tiempo, del bolivariano chavismo a una socialdemocracia más o menos conspícua. Si lo recuerdan algunos, Felipe González, por ejemplo, tardó bastante más que ellos en bajar el puño en alto. Quizá que, por esa rapidez, surja la duda y corran el riesgo del oportunismo, de pasar por trileros, o pasar por titiriteros. Pero, claro, hay que entender que la urgencia del devenir político (tres elecciones en dos años y una subida de la nada al casi todo) hace que el periodo de maduración se acorte en la misma proporción. Aún habrán de pulirse más si no quieren convertirse en el partido soufflé que la sociedad española utilizó para poner las ramaleras a los jacos viejos que habían tirado el carro por el pedregal. Ojalá y así no sea€ ojalá puedan ser la izquierda que la unida no ha sabido ser.

Lo de Ciudadanos es otra historia. Un partido de ámbito regional que se convierte en nacional. De su Cataluña natal viene el€ ¿mito?.. de que Ciudadanos vino al mundo como reacción contra Podemos, alimentada por el temor de los empresarios y la banca a los coletas, lo que les llevó a propiciar el alumbramiento de un Podemos de derechas, aún a riesgo de sufrir daños colaterales en la propia mierda cuando se ayuda a un partido provisto de escoba y fregona. Ese es el bulo, o no bulo, del otro partido emergente surgido al calor del descontento ciudadano. No obstante, y sea como fuere, bienvenido -benvingut- sea.

Lo que sí tengo meridianamente claro es que ambos dos vienen como consecuencia de aquel pasado cercano 2011 en que el personal, joven y menos joven, de este hastiado país, salió a plazas y calles a gritar el grito común ¡democracia real, ya! Por eso, se engañan los del gobierno cuando solo ponen el acento en la (falsa) recuperación económica. Y se equivocan, porque el pueblo señaló entonces una crisis peor que la económica: la crisis política. No está todo el problema en la economía, sino en la mafia surgida en su entorno, en la forma de manejarla, en la manera de resolverla. Y eso es porque existe otra crisis de valores, de comportamiento, de honradez y de justicia social€ Y por eso los dos nuevos partidos hacen mucha falta. Primero, porque es necesario romper los esquemas de partidos políticos fosilizados, herméticos, endogámicos y huérfanos de democracia interna, y abrir sus podridas puertas y ventanas. Segundo, porque hay que cambiar todas las leyes que el bipartidismo ha manipulado y corrompido a su propio interés y cuota de poder, y dar libertad a las instituciones del estado secuestradas. Y tercero, porque así se lo han demandado los ciudadanos en las urnas.

Si de aquí a las generales, se confirma la tendencia al cambio y se conforma el cambio de tendencia, es posible que este país aún tenga una esperanza razonable, y puede que se cumpla el viejo aforismo de «bien está lo que bien acaba€»