LA OPINIÓN, página 36 de un día del mes de agosto. Paco López Mengual, el novelista mercero, en su crónica desde París, maravillándose de las muchas pequeñas librerías que las ciudades francesas lucen en sus calles. Dice que sintió envidia. Justo al lado, pegado a su suelto, ´Tocarse el moniato´, artículo ilustrado e ilustrativo de lo que tal eructo significa en la cotidianidad de lo que somos€

He aquí lo que López Mengual intuyó pero no dijo. La diferencia entre Francia y España no está en la geografía, sino en la cultura. Las calles de cualquier ciudad francesa están plagadas de pequeñas librerías, como él mismo señaló. Es cierto. Y las calles de cualquier ciudad española están plagadas de pequeños bares. No es menos cierto. Al final, Francia y España no están separadas por los Pirineos, como nos han enseñado siempre en las escuelas relativistas de este país. España y Francia están separadas por la cultura.

La primera vez que estuve en París observé lo mismo que Paco. Sus calles estaban plagadas de pequeñas librerías. Entré en una -no recuerdo el nombre de la calle- pero era la del meridiano de Greenwich, a preguntar, como librero de pueblo ropavejero€ Me explicaron el sistema de que todas subsistieran. Cada petit librairíe era delegada exclusiva de una editorial distinta, de forma y manera que todas eran clientes de todas, todas se beneficiaban entre sí y todas participaban de las ganancias de todas. Me quedé con el culo cerrado y la boca abierta.

Aquí, en España, somos capaces de quedarnos ciegos con el fin de que el de al lado se quede tuerto. Además, y aparte de todo esto, aquí no se lee ni harto de vino (vino en harto de bares), si acaso, el Marca, el ¡Hola!, o cosas así. Cultura pura y dura. Y los que leen libros, pocos, muy pocos, poquísimos, o se los procuran en las bibliotecas públicas o se los bajan en plan tableteo de internet de la tabla redonda. Aquí pueden vivir cien bares, pero no sobrevive una sola librería€

Hace muchos, muchos años de esa experiencia, pero me alegro lo que no está en los escritos que Paco López, el mercero y escritor, redescubra, en la distancia y en el tiempo, que las cosas siguen igual en la France, ¡oh, lá, lá..!. Lo celebro mucho. C´est magnifique. Que ese sistema se mantenga en un país dice mucho y bueno de ese país, y que mantenga vivo y libre un gremio como el de los libreros, es la mejor noticia que un ser humano instruído puede recibir de una sociedad culta, educada y libre. Sobre todo, libre, pues la cultura es libertad como la incultura es esclavitud. Téngase en cuenta que libro viene de la raíz líber, libertad, y que las librerías siempre fueron los ateneos y cenáculos del libre-pensamiento.

Me alegro pues por ellos, y lo siento por nosotros. Que la diferencia entre la revolución francesa y las ´caenas´ de Fernando VII se conserven aún en la distancia del tiempo, es una triste consecuencia para los españoles. Pero si los españoles estamos encadenados más a lo de la Carmele y lo del Messi que en lo que nos están suplantando día a día mientras tanto, la culpa y la responsalibilidad no es de nadie más que nuestra. Solo y únicamente nuestra. Y llevará razón aquél que dijo que «mientras haya borregos, habrá pastores...».