Decía Jevons, economista, que «...no puede caber ninguna duda de que es extraordinariamente deseable difundir las verdades de la economía política entre todas las clases de la población y por todos los medios disponibles, pues de la ignorancia de esas verdades nacen, en su mayoría los peores males sociales».

En este sentido, resultará apropiado, pese a las diferentes versiones que se leen y oyen, aceptar como válido que a finales de 2011 España era uno de los países de la UE con mayores problemas de recesión dentro de la zona Euro. Los datos macro y micro, hoy ya disponibles en las diferentes series históricas, así lo atestiguan.

Y la situación era sentida por la población de forma muy preocupante. Un déficit público alarmante, cercano al 10%, unas tasas de desempleo que crecían día tras día, crecimientos económicos inexistentes con tasas negativas superiores al -3,6% (2009), un sistema financiero que no realizaba su principal función de financiador de familias y pymes, más un largo etcétera. Está claro que el modelo aplicado por el Gobierno de la nación en esos años no funcionó, con los efectos colaterales negativos que producía en las diferentes economías de las comunidades autónomas españolas. Si esa foto de finales de 2011 es clara, que lo es, también lo es la que nos muestra que casi cuatro años después la economía española es otra muy distinta, en positivo. Tanto la que se refiere a datos reales, los que ya se han cumplido, como la que hace referencia a las previsiones a futuro.

En 2014 el PIB creció un 1,4%, en 2015 se prevén crecimientos cercanos al 3% o superiores. Es decir, si comparamos 2009 con 2015 prácticamente se produciría un diferencial de crecimiento de más de seis puntos porcentuales del PIB, del -3,6% al +3%, cifra ciertamente muy resaltable. El déficit público se ha corregido en más de un 50% con respecto a 2011-2012, y también se ha comenzado a crear empleo neto en España. De tener un motor claro que comenzó a tirar de nuestra economía, el sector exterior, se han ido incorporando otros, como es el inicio del arranque de la demanda interna que, unido a la normalización en el sector financiero, el empuje del sector turístico o los efectos de las diferentes reformas estructurales, han hecho que el futuro se vislumbre con unas mayores dosis de realista optimismo.

Y todo esto se ha producido en un contexto en el que la economía mundial ha sufrido diversos vaivenes. Encontrándonos con la necesidad de consolidación del crecimiento en USA, diversas tensiones en el crecimiento en China, la situación de Grecia y unos efectos, cierto que favorables para la economía española, como son la bajada del precio del petróleo, depreciación del euro y liquidez proporcionada por el BCE. Pero no es menos cierto, que aun siendo estos efectos comunes para todos los países europeos, variando según la composición y estructura de cada economía, resulta también apropiado colegir que la economía española los ha sabido capitalizar mucho mejor, atribuyéndosele el mérito de ello a las reformas introducidas por España y el esfuerzo de todos los españoles. Ejemplos hay de otras economías europeas que, pese a todo ello, hoy están aún mucho peor que en 2011, y todos sabemos por qué; o de otras que disponiendo de los mismos efectos positivos citados crecen mucho menos que la economía española.

Por ejemplo, en el último trimestre avanzado por Eurostat la economía española prácticamente triplicaba el crecimiento de la eurozona. Cierto que queda mucho por hacer, eso se dice y se dirá, y mientras existan desempleados es nuestra obligación comunicarlo. Pero también lo es que queda mucho menos por hacer que hace 4 años y, lo que es más importante, se sabe lo que hay que hacer, cómo hay que hacerlo y se puede demostrar con datos, no con previsiones, que hay cosas que se han hecho ya, bien hechas y además funcionan. Por lo que a nivel micro, a nivel del ciudadano, cada vez se notará más.

No se sostiene, con unas mínimas dosis de rigor, el negar que una economía creciendo a ese ritmo y tasas no tenga ni vaya a tener un efecto positivo en sus ciudadanos. Si eso es cierto a nivel nacional no lo es menos a nivel regional. Nuestra comunidad, a pesar de ser castigada por el Gobierno de la nación en 2009 con un cambio del modelo de financiación que nos perjudicó, dicho claramente por muchos, entre otros FEDEA, supo sortear los años de recesión sin que afectara seriamente a la estructura social global de sus ciudadanos. Cierto que hubo problemas, una comunidad autónoma depende mucho de las decisiones nacionales, pero también es cierto que el tiempo pondrá en su lugar, con series de datos, que se realizó una adecuada gestión. De lo contrario hoy no se estaría en disposición de volver a crecer, que se va a hacer, con tasas por encima de la media nacional. Gracias, ahora sí, al apoyo de un Gobierno central que mira por el conjunto de España (FLA, plan de pago a proveedores, apoyo a los desempleados, compromiso de nueva financiación, etc.) unido a un Gobierno regional que tiene una apuesta clara por la disminución de impuestos -ya la ha iniciado-, el crecimiento económico sostenido y la concertación social.

A veces se nos critica a los economistas que «preveemos a posteriori» y honestamente creo que no es así. Una previsión económica no es ni más ni menos que una orientación de lo que puede ocurrir dentro de unos escenarios definidos, si se mantienen éstos. Hoy el escenario que se dibuja, que se prevé, que se anticipa, ya es otro y convendría no cambiarlo. Frente a modelos nacionales ya aplicados en el periodo 2004-2011 se ha demostrado que el actual es mucho mejor, y qué decir del de otros países miembros de la Unión Europea, en los que ya hemos visto todos los españoles cómo les va y las consecuencias negativas para sus ciudadanos.

Acabo como empecé, puede ser que se tuviera algún problema en la comunicación, que yo no lo sé, pero también es verdad que la comunicación es un proceso con muchos actores que requiere transmitir datos objetivos. En ello, recordando a Jevons, todos somos responsables, y el tiempo termina dando o quitando razones.