Cuando escuchamos la palabra familia todos pensamos en nuestros hermanos, padres, abuelos... y demás personas que comparten parentesco con nosotros. En la mía, que no es demasiado grande, añado como miembro a un ser que resulta muy especial: una gata. Estoy seguro de que resulta raro para el que no haya tenido la suerte de contar con animales cerca, para los que sí han tenido esa oportunidad seguro que comprenderán lo que quiero expresar. Y es que en mi corta vida, 21 años, no me alcanza la memoria para recordar un día que haya llegado a casa y no estuviera el animal esperándome durante los últimos 15 años. Digo animal, pero realmente la considero como una hermana, ni más ni menos. Cuando llego a casa del trabajo o tras pasar unos días fuera pregunto igual por mi padre o por mi ´hermana´ y a nadie le sorprende. Para los que no entiendan esto porque no han tenido un animal, les animo a que adopten uno de tantos que se encuentran en los centros de acogida tras ser abandonados. Y de paso, que entiendan que son seres que sienten y padecen y que es una gran responsabilidad cuidarlos lo mejor posible, pero merece y mucho la pena por su compañía.