Navegando entre manuales de periodismo, libros de estilo y tratados sobre el arte de escribir en papeles periódicos, me encuentro, en uno de los ejemplares, un capítulo desconcertante: Cuatro maneras de contar una gran historia. En él, el autor perfila cuatro modos de crear una pieza periodística a través de las peculiaridades de estilo de los cuatro evangelistas.

Especial hincapié pone en la figura de san Juan, al que califica de poeta, y cuyo texto de la Biblia alaba de manera muy persuasiva. Marcapáginas colocado, cogí uno de los ejemplares de las Sagradas Escrituras que tengo por casa y busqué las páginas firmadas por el supuesto Juan. «En el principio era el Verbo». Así empieza la vida de Jesús desde la mirada del hermano más amado. Al principio de todo, cuando nada había, solo estaba el verbo, la palabra, en definitiva. El Evangelista unifica toda la Historia de la humanidad y la coloca, de un plumazo, bajo el poder de la palabra. Porque..., ¿qué existiría si no pudiera ser nombrado? Quizá ese Dios al que san Juan alude no sea más que el propio lenguaje, que nos crea y nos transforma, que nos hace únicos. Que nos genera