Desde un punto de vista evolutivo sólo somos importantes hasta adquirir la capacidad de reproducirnos. Por cruel que suene, poco le importamos a la Naturaleza una vez que hemos tenido la oportunidad de asegurar nuestra descendencia. Esta vieja hipótesis ha sido refrendada por científicos de la Universidad de Northwestern.

En experimentos con gusanos han descubierto que sus células comienzan a degradarse cuando el gusano alcanza la pubertad, algo que también sucede en humanos. En ese momento se activa un «interruptor genético» y se acelera el envejecimiento. Desactivando esos genes, los investigadores lograron mantener jóvenes y resistentes los tejidos del gusano. De lograrse en humanos, permitiría retrasar el envejecimiento y enfermedades degenerativas asociadas.