El ´antiguo´ Sócrates, además de formar a las nuevas generaciones, como fundamento esencial en el que pudiera cimentarse sólidamente la vida de la polis (ciudad), luchaba también con verdadera insistencia con todo aquello que era contrario a una verdadera educación, es decir, aquello que impidiera alcanzar la excelencia, esto es, el verdadero bien. El principal enemigo para poder alcanzar este fin lo encontraba en la demagogia, tan recurrente en los sofistas del momento, que lo convirtieron en un verdadero arte para enmascarar sus tretas, llegando hacer creer a la gente que buscaban ´su´ bien, cuando realmente, en su pensamiento, esta era una realidad inalcanzable para el ciudadano, si es que pudiera haber un tal bien. Aún cuando han corrido abundantemente los tiempos, aquellos viejos sofistas, contrincantes de Sócrates, siguen siendo plenamente actuales en estos tiempos (´modernos y vanguardistas´), poniendo en juego todo su arte para que, siendo aclamados por las masas, sigamos creyendo que todavía luchan por un bien en el que no creen y que, solamente bien disfrazado, parece que se muestre como una causa noble, buena y justa. Para llevar adelante esta empresa, nada mejor recurrir a algo tan nuevo como ayer: la demagogia. Es curioso ver cómo los anti-taurinos recurren a un mantra esperpéntico que, aún siendo verdad, y a fuerza de repetirse, quiere mostrarse como justificación para la abolición de la fiesta de los toros. ¿Cuántas veces hemos escuchado que «también la esclavitud fue legal y eso no significa que estuviera bien»? Ciertamente la esclavitud no puede ser nunca moralmente aceptable, pero no sé si con este argumento que aducen se dan cuenta de su incongruencia, ya que, parece evidente entonces, que lo moral no siempre coincide con lo legal. Evidentemente no pretendo con esto descubrir novedad alguna, aunque quizá haya quien empiece a descubrirlo ahora. Y es que lo legal no siempre es norma moral, ni siquiera ésta se alcanza por consenso o vaivenes de mayorías «representativas». Siempre la moral tiene mayor alcance que lo legal, incluso aunque llegaran a coincidir. Con esta peregrina justificación quieren mostrar cómo la fiesta de los toros es un mal moral que hay que combatir aunque persista al amparo de la ley, tachándola entonces de ley injusta. Sin embargo (¡qué cosas tiene la vida!), cuando del aborto se trata, donde se pone fin a una vida humana incipiente, aducen, los mismos de antes, que es un derecho y «que sea legal no significa que todas las mujeres tengan que abortar».Me voy a permitir el ´lujo´, hoy tan de moda, de recurrir a este arte de la demagogia, al menos, con el fin de que pueda descubrirse lo que es: Y es que los toros sean legales no significa que todos tengan que acudir a dicho «espectáculo», quien no quiera que no vaya, como con el aborto, ¿no? Sócrates se tomó la cicuta frente a la presunta victoria de los antiguos sofistas, no quería otra cosa más que mostrarnos lo que siempre enseñó, que nada noble, bueno y justo puede fundamentarse sin coherencia interna y externa de vida.