El profesor Francisco J. Flores Arroyuelo podrá dar mejor cuenta que yo de don Lino Torres, personaje que ejemplifica el baldío viaje a la villa y Corte en tiempos de Romanones, donde había de ser reconocida su valía política con el gobierno de alguna ínsula Barataria, pero al cabo volvió sin más nombramiento que sus propias ínfulas, a mayor escarnio de su figura en el casino de la Trapería. Las autonomías nacieron con el eslogan de acercar la Administración al ciudadano -como si al Leviatán pudiera tenérsele en la puerta de casa y acariciarlo todos los días al salir-, pero la política de altos vuelos sigue haciéndose en Madrid y los madriles.

Qué inmediato hubiera sido el viaje de don Lino, si hubiera usado un nuevo medio de transporte que unirá Los Ángeles y San Francisco en el 2018. Se trata de una cápsula de nombre impronunciable (Hyperloop) inventada por Tesla y habilitada para el transporte de pasajeros, embutida en un conducto completamente cerrado, sobre unos soportes similares a los de un tren monorraíl. Circulará a unos 1.200 kilómetros por hora; es decir, Madrid-Barcelona en tan sólo media hora. Los efectos sobre el pasaje son más leves que lo que se siente en el puente aéreo y el coste energético es ridículo en comparación con todos los medios de transporte conocidos, incluido el coche de San Fernando.

Hago un cálculo mental y creo que el trayecto Murcia-Madrid tardaría unos 20 minutos. He cronometrado un recorrido a lo largo de las calles de Puerta Nueva y de Marqués de los Vélez, desde La Merced hasta el Morales Meseguer, que no tendrá medio kilómetro. En hora punta, cuando te detienen tres tranvías seguidos, puede eternizarse de 10 a 15 minutos.

Cuando vayamos a tener aeropuerto en Corvera y AVE soterrado, la tecnología habrá dejado obsoletos ambos medios de transporte, como «el ala aleve del leve abanico», que dijera con sutileza Rubén Darío. Una amiga de facebook está en contra de tanto correr, pues apenas le daría tiempo a leer el primer capítulo de un libro. Desde luego, siempre habrá quien prefiera un viaje en la Diligencia de John Ford, pero sin garantías de encontrarnos con John Wayne y John Carradine. No obstante, para evitar un ataque de los indios se construyó la autovía, haciendo más difícil la parada y fonda en La Roda con café y un miguelito, o estirar las piernas en el paseo del Tajo en Aranjuez.

Hace algo más de 30 años, un proyecto de un ingeniero que no tiene nombre en ninguna calle, proponía unir el Campus de Espinardo de nuestra ciudad con un tren monorraíl elevado, que incluso podría llegar hasta Molina. Omito decir las ventajas de aquella fórmula y la descongestión del mayor nudo circulatorio de la Región. ¡Cuántas ideas brillantes terminan en la papelera así como el ala aleve del leve abanico! Otras directamente en la trituradora, por el mayor volumen o por los altos vuelos. Mientras tanto, ínfulas provincianas ilustran de nuevo el viaje de don Lino.