Que don Alejandro Valverde es el deportista más minusvalorado y criticado es una verdad como un templo. Y que está entre los cinco mejores ciclistas de la historia, otra. La temporada no comprende únicamente el Tour de Francia o la Vuelta a España, las carreras fetiche por excelencia y en las que también Valverde, cómo no, acumula varios podios y etapas, éxitos que están al alcance de unos pocos privilegiados. Lo que sí que sólo consigue Balaverde es campeonar o estar entre los mejores en todas y cada una de las que participa. Ya pueden acabar las etapas al esprín, ser de montaña, llanas, en febrero, en septiembre... Pero la esencia de Valverde no se resume únicamente en sus triunfos, sino por todo lo que transmite. Un corredor que, si tiene un buen día, gana la carrera sin importar la talla del rival. Por su clase, por su valentía, por su rush final, por su gen ganador... No obstante, tiene un defecto: es murciano. Y como tal, hay que criticarlo. Será cuando se retire cuando empecemos a valorar su grandeza. Quizás será tarde. Por si acaso, yo ya lo hago.