El fracaso de la negociación griega es de todas las partes. En primer lugar de la estructura y funcionamiento de la UE y de la Eurozona con su Troika, Memorandums, y demás. Se puede decir que el Tratado de Lisboa de 2007 ha muerto. En segundo lugar, de Alemania pues como afirma el filósofo Habermas «Alemania ha dilapidado en una noche todo el capital acumulado en 50 años». En tercer lugar, de Merkel y Schaüble al perseverar en el error de la austeridad como lecho de Procusto. En cuarto lugar, de Francia, de su presidente (socialista) Hollande incapaz de hacer frente a la canciller Merkel, al igual que el italiano Renzi. Pero también de Tsipras y Varoufakis, de Syriza, al confiar en la justicia y evidencia de sus argumentos como arma negociadora. Un fracaso, es verdad, con la pistola apuntando indicando que sería peor para el pueblo griego, todo un ejercicio de matonismo político. Pero el fracaso de Syriza afecta a toda la izquierda transformadora europea y obliga a replantear la estrategia europea.

Una tentación lógica tras este fracaso es abandonar el proyecto de ´Cambiar Europa´ adoptado por el Partido de la Izquierda Europea (PIE) en el Congreso de Madrid de diciembre de 2013. El argumento sería más o menos «puesto que no hay mecanismos para modificar la lógica interna de los rescates y de la Troika la alternativa es abandonar el euro, o incluso abandonar la UE y regresar al horizonte más conocido de las fronteras soberanas». Es decir, renunciar a plantear la lucha en la UE como una lucha de clases a escala europea y confiar en el posible efecto acumulativo de cada país.

Una segunda opción es la de atribuir el fracaso a la soledad de Syriza en el panorama de gobiernos europeos y, por ello, forzar una eventual victoria de una formación política afín a Syriza, por ejemplo en España, y con ello plantear de nuevo la batalla con más fuerza e iniciar un posible efecto ´dominó´. Si sólo se trata de esto, de acumular algún que otro país más el resultado es igualmente dudoso si no se introduce la cuestión clave, cambiar el Tratado de Lisboa. Precisamente la dureza expresada por los ministros de Finanzas europeos y sus presidentes contra Grecia tenía como destinatario el resto de países de la UE para hacerles desistir de tales veleidades.

Justamente la tercera opción tiene que ir al fondo de la cuestión. La crisis y los rescates con la parafernalia de la Troika y Merkel marcando el paso apuntan al déficit estructural democrático del Tratado de Lisboa. Es necesaria una opción europea que señale con toda rotundidad la voluntad de devolver la soberanía popular a la ciudadanía y de construir una Europa de la solidaridad y el pleno empleo con instrumentos políticos de participación y con medios materiales de dinamización económica. Esta opción puede contar además con el apoyo de los sindicatos europeos (la CES) y abrir el camino de la transformación.

Un debate amplio en el seno de la sociedad europea puede y debe eliminar la resignación imperante y dar protagonismo a las ansias de cambio estructural. Las cuestiones clave de ese debate europeo deberían ser: 1º) un Tratado nuevo dando primacía al Parlamento Europeo en conexión con los parlamentos nacionales, 2º) instrumentos financieros y fiscales comunes con capacidad de dinamizar la economía europea bajo control democrático y respeto medioambiental, 3º) compromiso de un proceso de confluencia social al alza en sus diversos aspectos tanto salariales, directos e indirectos (pensiones, servicios sociales, etc.), como laborales con recuperación de la negociación colectiva a escala nacional y europea, 4º) situar la defensa de los derechos humanos y las libertades democráticas como núcleo de la organización comunitaria y 5º) situar la causa de la paz como meta de la UE con todas las consecuencias, nacionales e internacionales, con el rechazo expreso al TTIP. En la práctica, una reedición del marco keynesiano bajo las condiciones del siglo XXI.

En el caso de España este planteamiento obliga a que esta cuestión se convierta en la cuestión clave de las próximas elecciones generales. La situación económica y social tan frágil de España nos convierte en objetivo de la lógica de la Eurozona para el próximo año. La experiencia agónica de las negociaciones de Grecia con la Troika va a ser un espejo en el que nos miraremos en enero próximo. Para la izquierda IU esta realidad política y económica debe convertirse en la más importante y obligar a que sea la gran cuestión de la campaña electoral. Y ello con todas las consecuencias. Es decir, hacer política con mayúsculas, en serio. No se trata de obtener un 6% o un 16% sino de alcanzar mayoría suficiente para gobernar a través de un proceso de Unidad Popular y desde ahí cambiar el panorama europeo, ahora sí, como un ejercicio de fichas de dominó a partir de la Izquierda Europea como referente de clase y de defensa democrática.