Se levanta a las seis y media de la mañana desde hace dos años para ponerse a trabajar. Está frente a su ordenador hasta la hora de comer, para lo que invierte no más de media hora, y luego continúa un par de horas más. Parte de las tardes las dedica para sí. Y hasta ahora, después de cenar, seguía haciendo cosas del trabajo hasta pasadas las doce.

Paga sus (excesivos) impuestos religiosamente, porque le ha tocado ser autónoma, y no se queja. Porque nunca lo hace, al contrario, pone buena cara y se siente muy afortunada. Y sigue siendo mileurista, aunque trabaja más horas que antes, muchas más de las cuarenta semanales. Pero el Gobierno habla de que la economía va a todo trapo, aunque lo que importa es lo que uno cobra a fin de mes y, por mucho que Rajoy, Montoro o De Guindos digan, ahora somos mucho más pobres que antes. Tal vez ellos no, pero la mayoría de los españoles lo somos. Menos mal que

España va bien.