Preguntado sobre qué se le viene a la cabeza si escucha el concepto Països Catalans, alguien tan poco sospechoso de estar en contra del mismo como el nuevo consejero de Educación de la Comunidad Valenciana y miembro de Compromís hasta las cachas, el joven maestro Vicent Marzà entonó primero unos segundos de silencio hasta que se arrancó con un «no sabría decir». Y es que ver hoy en día en acción a Artur Mas, el gran adalid de llevar la idea hasta sus últimas consecuencias, da aprensión. Ayer se presentó la plataforma „otra„ independentista con horma de candidatura a lo bestia en la terraza del Museo de Historia de Cataluña, valga la redundancia, y el tiempo atrás delfín de un partido conservador, representante de la burguesía catalana, riñó lo suyo a la izquierda anticapitalista de la Cup por haberse descolgado de la cosa tomatosa que ha ideado en el afán de proclamarse emperador de la república independiente. Si Tarradellas levantara la cabeza... Hasta Casa Tarradellas, enclavada en el corazón de la Cataluña profunda en la comarca de Osona y que entra en miles de hogares con anuncios que destilan concordia, no deben saber a estas alturas si comerse la web en español con patatas fritas o trasladar la granja a la vecina Aragón para que su razón de ser siga residiendo en el fuet espetec y no en el pan tumaca secesionista, que tanto repite en boca del molt, en contra del preparado tradicional.

Dentro del estado de delirio que ha alcanzado, Mas no está dispuesto a que nadie vote algo distinto a lo que él propone y aprieta para que todo quisque forme parte de su platajunta. Ya tiene a Pep. No creo que, por esta incorporación, piense que en el caso de alcanzar su máximo objetivo vaya a disputar la Bundesliga. Viéndolo, parece convencido.