Menos mal que los payos no usamos bikini, acho. No por nada, la cosa es que me imagino los cajones de mi armario con partes de arriba y abajo, y menudo pitote. Como no soy de perder cosicas, sabes que iba a tener algún bikini parejo? El tema bikinis esconde uno de los grandes misterios de las rebajas de verano. En el cajón de ofertas hay bikinis a manta, y allí andan ellas buscando el suyo. Es arte de magia, porque siempre encuentran las dos partes entre una maraña de colores, tiranticos, triángulos y flores, y sin esfuerzo.

La sección de bikinis siempre está llena, y no me extraña. Aquello del bañador ya es raruno en las playas. Todo esto porque el bikini cumple 69 años en la era moderna, ahí lo llevas la onomástica perfecta... Y digo era moderna porque en Pompeya ya usaban las romanas de bien sus trajes de baño en dos partes, que salen en los frescos correteando en bikini por la playa, con ramas de olivo y eso, aunque no sabemos cómo lo llamarían.

Siempre he sido muy fan de los bikinis. Es la prenda femenina sobre la que más me permito opinar, porque los hay que me gustan y que no me gustan, no como pantalones, camisetas o cinturones, que nunca sabes bien si es un sí o un no, y menudos disgustos si te lo juegas todo al no cuando es un sí.

También de la palabra, que anda tranquilamente en el top ten de palabros buenrollistas, que además vale como el 33 para hacerte fotos: BI-KI-NI, y para más bonico, es allí, en Fondo de Bikini donde vive el gran Bob Esponja, así que poco más bueno se puede decir del bikini? Si acaso que sin bikini, tampoco existiría el top less. Palabras mayores

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Dicho esto, demos gracias a Louis Réard, gabachazo de gafas de pasta pasta y culo culo, muy Yves Saint Laurent, que están tardando los modernens en recuperar la gomina negra, que en 1946 echó el resto y presentó el bikini vía Micheline Bernardi, una bailarina del Casino de París, que para el bolo lo que hizo fue ponerse lo que no se ponía nunca en su número diario nocturno, lo que lo hace todo mucho más mítico, piscina mediante. Y de ahí al posado anual de la Obregón, un pasico.

La cosa es que por entonces los américas estaban haciendo probaturas nucleares posguerra en el atolón polinés de Bikini, y el gafapastón apretó la tecla. «Yo inventé el bikini», le contaría a sus nietos, el payo. En general, hay que darle las gracias al bueno de Réard, aunque algún disgusto también nos hemos llevado rollo trikinis, eso sí, nada que ver con el asunto de los bañadores huevera que algunos creen con derecho natural a ponerse. Pues eso, que feliz bikini a todos.

Vale.