Se impulsa estos días una reforma de la ley electoral.

El cambio propuesto consiste en pasar del 5% al 3% de los votos para obtener representación en la Asamblea y, por otra parte, suprimir las actuales circunscripciones para pasar a la circunscripción única. Y rapidito, que esto es una prioridad.

Antes de entrar en harina, en si los dos puntos que se quieren modificar tienen más o menos sentido, me parece que hay que plantear a qué estas urgencias y a quién le corre prisa.

Los buenistas señalan que hay miles de familias murcianas que viven en la incertidumbre de no saber qué comer ni cómo refrigerar sus vidas para hacer frente a los calores que se nos vienen encima. Pero lo urgente es salvar la democracia, es decir, cambiar ya esta calamitosa ley electoral que les ha dado sus escaños. En principio las próximas elecciones autonómicas, porque se trata de eso, son dentro de cuatro años. Con ese horizonte, bien podrían hacerse las cosas con un poco más de calma, consultar a instituciones que ostenten una cierta representación social (Federación de Municipios, Consejo Económico y Social, etc), barajar pros y contras. En fin, algo de diálogo y participación ciudadana, que tampoco vendría mal.

No parece que esos sean los tiempos que manejan los reformadores. Parecen dar por sentada la imputación de Pedro Antonio. A partir de ahí ¿habría que convocar elecciones otra vez? Pues tampoco es necesario y, por tanto, sigue sin ser urgente el asunto. Para que hubiese elecciones hacen falta todavía dos circunstancias más. En primer término, que Sánchez mantenga su pacto con Ciudadanos y, por tanto, dimita. Pero la dimisión del presidente no basta. Se requiere que, al mismo tiempo, Ciudadanos incumpla su pacto y no apoye ya a la lista más votada ni a ninguna otra. O sea, que las prisas vienen de la presunción de que el PP cumplirá y los otros no cumplirán. Porque en ningún otro supuesto hay prisa alguna para nadie.

No sé yo si este nuevo modo de hacer política es un cambio sereno o radical ni siquiera si este modo de proceder refuerza y refunda la democracia o más bien la fuerza y la funde, que todo podría ser. En fin, las formas, que también tienen su importancia porque a veces muestran más de lo que esconden.

Respecto al paso del 5% al 3% ¿quién se beneficia? Está claro que ganan los partidos pequeños, los que menos apoyo social tienen; pierden los grandes, los que tienen más apoyo. ¿Y por qué el 3% y no el 1,5%? Bueno, ahí queda que a buen pocas, y a mal pá qué.

La cuestión que me parece más mollar es la de la circunscripción. Si nuestra Comunidad Autónoma fuese una nación, las circunscripciones serían punto más o menos que Comunidades Autónomas y se estaría, así, postulando la supresión (en nuestra Arcadia particular) de las autonomías. Sólo falta que quien piense así lo defienda abiertamente en las elecciones nacionales que, esas sí, están al caer.

Comunidades, circunscripciones, demarcaciones y parcelaciones varias del territorio con nombres diversos viene de antiguo. Ahí tienen si no al mismísimo inventor de la retícula (ya saben: la construcción de las ciudades siguiendo calles paralelas que se cruzan con otras y forman manzanas perfectamente cuadradas) Hipodamo de Mileto que, entusiasmado con la parcelación del terreno, pasó a la parcelación de las gentes atendiendo a ideas y funciones sociales. Hipodamo distribuyó la sociedad en tres áreas: la tierra sagrada (de los dioses), la pública (de donde las gentes de armas obtenían su sustento) y la privada, que se entregaba a los labradores. Aristóteles se hace eco de esta parcelación y, fiel a su estilo, plantea una sutil objeción: ¿quién labrará la tierra de los dioses? Y es que si se hace una parcelación de la sociedad, cada una de las circunscripciones ha de cuidar de sus intereses y así, si los dioses quieren pan, tendrán que sembrar trigo. Es lo que hay.

Y si tenemos nueve circunscripciones, los partidos políticos tendrán que convencer con sus palabras y sus actos en cada una de las comarcas correspondientes; tendrán que arañar hasta el disputado voto del señor Cayo, que diría Delibes. Si, por el contrario, sólo hay una circunscripción, las pequeñas poblaciones no pintan nada, no suponen ningún peso (o escaso peso) en el resultado final de las elecciones.

Con circunscripción única, poner una sola farola en la Gran Vía de Murcia da más votos que emplearse a fondo en todo el valle de Ricote, por ejemplo. Bastará con ganar en las grandes ciudades o, lo que es lo mismo, bastará con atender a las necesidades de Cartagena, Murcia y Lorca: porque ahí es donde está el mayor contingente de votos. ¿Qué son los quinientos habitantes de Ojós o los 8.000 de Moratalla, incluso los 14.000 de Puerto Lumbreras o los 25.000 de Jumilla comparados con los más de 200.000 de Cartagena o el medio millón largo de Murcia y su área metropolitana? ¿A quién creen ustedes que van a atender los recaudadores de votos en una circunscripción única? Atender al resto de la Región es pintoresco, meritorio, pero€ no da votos.

En definitiva, la propuesta de tramitar una nueva ley electoral, al pedir el trámite de urgencia presupone que el PP cumple su acuerdo mientras que Ciudadanos no lo hace. Al pedir que se considere el 3% en vez del 5% atiende al interés de los partidos minoritarios frente al interés de la mayoría (que no los elige) y, finalmente, la circunscripción única beneficia a los partidos (mayoritarios y minoritarios) y a los habitantes de las grandes poblaciones perjudicando a los de las poblaciones más pequeñas o dispersas.

Toda una joya de la renovación política.