Paso de un canal a otro y me topo con un partido que no tenía registrado. Raro. Resulta que son las selecciones de España y Alemania en el Europeo Sub 19 y, nada más marcar los nuestros, se agitan unas cuantas banderas con los colores del Dépor. Voy situándome y no, son griegas. El alborozo en la grada se dirige contra los chavalines teutones a los que, en ese ambiente, les caen tres. Y una de las sedes de la competición corresponde a la ciudad del equipo en el que ha estado Quique Hernández la temporada pasada.

A lo tonto a lo tonto, el técnico de Anna se ha chupado unos cinco años por las islas y cuenta cada cosa... En ese campo, también es una selva. Este año se ha suspendido el campeonato no sé cuántas veces. Por lo que relata, el directivo con mayor peligro que se le venga a usted a la cabeza „tiene donde elegir„ es un piernas al lado de lo que pulula por Atenas y alrededores. Comparativamente, ni Chicago años 20 tiene nada que hacer.

Hoy, en cualquier encuentro profesional o de amigos, Grecia está sobre el tapete. Todo, menos el fútbol griego. Y, no obstante, surgen eternos rivales. De un lado, los que se remontan a los orígenes de la democracia y a las quitas de las que dispuso Alemania para sus reconstrucciones y, de otro, los que contestan que se dejen de historias. De cara a la negociación, los socios de la Eurozona están igualmente divididos en bandos aunque como dicen los economistas „que Dios nos pille confesados„ al final se hará lo que diga Alemania.

Y ahí estamos. Helmut Kohl patroneó la reunificación; Schröder lidió con la reforma del Estado del Bienestar y a Merkel le toca dicidir entre dejar caer a un país miembro y cargar para los restos con la ruptura del euro o buscar un acuerdo chandunguero, con los suyos persiguiéndola por las esquinas. Que sufra.