Con la mochila esperando cola en la lavadura, tras despojarla de los últimos libros, cuadernos y papeles arrugados repletos de corazones y mensajes furtivos con tu compañera de pupitre, con la que has compartido los bocadillos cuyas migas aún se adhieren a uno de sus bolsillos dorsales; respiras aliviado y ataviado tan sólo con el bañador, libre de toda la responsabilidad de un curso felizmente superado. Ahora sólo falta cuadrar las fechas para pasar el máximo tiempo con los amigos de la playa, programar las vacaciones sin necesidad de utilizar la agenda escolar. Ya tienes ganas de luchar por la sombrilla con los colegas y de vencer las olas y la vergüenza de la adolescencia con roces y caricias suaves bajo las palmeras. Agua va y refresco viene en unos días de rosas aún sin vino. Fuera del medio acuático, la pelota y otros plays guiarán tus pasos en las horas previas al paseo, donde intentarás que la mano pase del áspero mando a la suave piel de una chica morena. A la luz de las estrellas y con el arrullo de las olas, soñarás con repetir, cual marmota, el día. Los pesados de tus padres siguen hablando de política entre salmorejos y gazpachos, alertados porque sigue habiendo tomate para dar y tomar. A ti lo que más te ha sorprendido es que los políticos de algunas Comunidades autónomas han decidido trabajar en verano. Siempre con el paso cambiado; finalmente, dado tu espíritu veraniego, no te parece mal que vuelvan ahora al cole, máxime si algunas tomas de posesión han cambiado la cruz del aburrimiento y la corbata por la fiesta de la bicicleta. Ojalá esa penitencia de mantenerse trabajando a pleno sol sirva para, entre otras materias, dar carpetazo a una reforma y recortes educativos que han dejado a las aulas en paños menores y al ministro innombrable con la maleta, sin medios ni profesores y con unos alumnos que temen por tanta revalida, matrículas y circuitos para sacarlos de la educación superior. Es normal que tengan ilusión por cambiar, pero la mochila no es pequeña y las asignaturas pendientes no te digo yo nada. Pues eso, a nadar que voy.