El ritmo establecido por el calendario escolar se acaba imponiendo en la vida como una agenda secreta que sigue el curso de las estaciones. Aunque la llegada del verano ya no vaya acompañado de las largas vacaciones de los estudiantes y obligue a buscar el consuelo del aire acondicionado, el calor sigue dejando la sensación de escapada que llega con el canto de los grillos.

Es una pesada carga para muchos, pero tiene la virtud de despertar sentidos adormecidos y de amansar a los hiperactivos. Los días más largos y las noches más cortas siguen anticipando unas vacaciones imaginarias que no guardan una relación estricta con la proximidad del descanso. Pero las empresas municipales de transporte no parecen entender esa contradicción entre la obligación y el calendario y anuncian un horario de verano, como si las necesidades de la vida y del trabajo pudieran acomodarse por decreto al cambio de estación.