Nunca un comunicado de supuesta dimisión contuvo tanta arrogancia ni, probablemente, tantas incorrecciones lingüísticas como el que mandó Miguel Ángel Cámara, anterior alcalde de Murcia y exnúmero dos del PP, al presidente de su formación, Ramón Luis Valcárcel, y a sus pedáneos justo cuando estaba a punto de sonar la campana que marcaba el final del combate para seguir gobernando o pasar a la oposición. Cámara ha jugado con fuego hasta el último momento en un alarde de irresponsabilidad y egoísmo impropio de una persona sobre cuyos hombros se suponía que descansaba una parte importante del Partido Popular. Si leemos con atención su escrito, vemos que su salida de la secretaría general del PP -uno de los requisitos impuestos por C’s (Ciudadanos) para permitir a los populares gobernar en varios consistorios, fundamentalmente en el de la capital- estaba condicionada precisamente a que la formación de Albert Rivera diera con anterioridad su apoyo para la constitución de las corporaciones municipales, con lo que la llegada de José Ballesta a la alcaldía de Murcia fue posible por el consentimiento de la formación naranja de mirar hacia otro lado antes que por el presunto sacrificio del exalcalde. De esta manera, Cámara deja a su sucesor con un debe a Ciudadanos que tendrá que pagar más tarde o más temprano. Sólo Ballesta sabrá el sufrimiento que padeció hasta que a primera hora de la mañana supo por nuestra web de la abstención del grupo de Mario Gómez. Y sólo en la mente de Ballesta debe quedar constancia del agradecimiento que le habría gustado dar a su antecesor.

Era el penúltimo pulso de Miguel Ángel Cámara al mundo entero. Su estilo de los últimos años, que lo situaba por encima del bien, del mal, de los ciudadanos y del partido. Ni los pedáneos ni los dirigentes del PP, ni los simpatizantes de esta formación ni sus votantes deberían olvidar en el futuro que Cámara pensó únicamente en sí mismo. Tal vez dentro de un tiempo, alguien, emulando el inicio de la mítica obra de García Márquez, se atreva a escribir: «Muchos años después, frente al menosprecio de los murcianos, el exalcalde Miguel Ángel Cámara había de recordar aquella tarde remota en que decidió anteponer sus intereses a los de su partido y dimitir en diferido».

A gobernar y a trabajar. Sorpresas aparte, 44 municipios de la Región (Lorca deberá esperar a que resuelvan los jueces) cuentan desde ayer con nuevos gobiernos. Es tiempo de ponerse a trabajar, de dejar atrás las intensas semanas de negociaciones para formalizar los pactos que se han cerrado o no, dependiendo del municipio, y de pensar que queda mucho por hacer para no decepcionar a miles de murcianos ilusionados con esta nueva etapa política.