Entre los méritos de Marta López Briones, actual directora del Instituto de las Industrias y de las Artes (ICA): más de 2.500 firmas en su contra y una sentencia del Juzgado Nº 7 de lo Social de Murcia por despido improcedente. Por si fuera poco, un rechazo generalizado de todos aquellos colectivos y asociaciones que participaron en el Cendeac mientras estuvo dirigido por Javier Fuentes Feo, organizando proyectos y decidiendo, por tanto, la orientación programática del mismo.

El Cendeac, como es sabido, había sido una torre de marfil de la cultura en Murcia; un proyecto nacido del capricho de Pedro Alberto Cruz que, independientemente de sus ventajas como institución pública, no había servido sino para dar recorrido a los intereses particulares de sus primeros directores (después de Pedro Alberto Cruz vino Miguel Ángel Hernández y, a continuación Yaiza Hernández, la única de los tres que empezó a reorientar el centro en una dirección distinta, aunque no tuvo tiempo para lograrlo). Y a la larga, no lo olvidemos, para consolidar dos procesos: el primero, la formación de una pequeña, pero nutrida, red de amistad y clientelismo en torno a los que entonces aspiraban a representar la vanguardia de la cultura murciana; y el segundo, la difusión paralela de la idea de que la cultura, en realidad, no es un asunto común y socialmente relevante, sino un campo cercado sobre el que solamente tienen voz y voto unos pocos, y en ese sentido, un asunto prescindible a la hora de plantear qué bienes deben ser susceptibles de debate público.

Con la llegada de Fuentes Feo al Cendeac, el centro cambió de rumbo. Basta revisar las declaraciones de las personas que conocían lo que estaba ocurriendo. Cuatro años. Cuando se le despidió, gracias a la Plataforma Restitución se recogieron más de 2.500 firmas. Pero ni Marta López Briones ni Pedro Antonio Sánchez se hicieron eco de la protesta. A partir de ese momento, cada uno se ha retratado como ha considerado oportuno. Y más que eso: la elección de las personas con quien uno decide salir en la foto es una cuestión política de primer orden. Así se constituye un nosotros, y así se constituye, a la vez, un ellos. Luego están los que se quieren neutrales, pero la neutralidad siempre juega en beneficio de un determinado estado de cosas, de modo que casi siempre resulta bastante fácil descubrir contra quien no quieren posicionarse.

Antes del fallo judicial, la alternativa era o bien sumarse a la protesta ciudadana o bien contra ella, reforzando así la posición del ICA en el conflicto abierto. La Plataforma Restitución tomó posición, y algunos de los colaboradores del centro también, expresando su negativa a seguir participando, puesto que hacerlo era simplemente una forma de justificar la situación de la institución y las decisiones tomadas por el ICA. López Briones también ha intentado tirar de sus propios contactos y alianzas, aunque durante los últimos seis meses la actividad del Cendeac ha sido prácticamente nula. Por supuesto, ni una explicación pública acerca de tal inactividad, ni un argumento que justifique la ausencia de un proyecto para el centro. Al final, unas cuantas promesas incumplidas, como la del comité de sabios que iba a tomar las riendas después del despido de Fuentes Feo, y la demostración de que el cargo de directora del ICA le viene grande. Su actuación debe tener un coste político, y no debemos obviarlo. La Justicia ha puesto el último punto en esta historia, puesto que su resolución da y quita razones. La legitimidad, a día de hoy, está de nuestro lado.

En todo caso, la breve historia de la Plataforma Restitución forma parte de las luchas que expresan, según afirman algunos, el final de un ciclo político, y lo que es más importante: dentro de un sector, como el de la cultura, sumamente fragmentado y con un escaso reconocimiento social acerca de su valor. Desde nuestro punto de vista, debemos tomar este acontecimiento como un puente que sirva para diseñar y defender, entre todos, otra forma de entender la cultura y las políticas culturales. Nuestro futuro no se juega solamente en algunos de los nombres que están ocupando actualmente los titulares de prensa, como Bascuñana o Cámara. Necesitamos repensar de nuevo qué valores articulan nuestro proyecto de país, nuestras instituciones, y por tanto, la idea de cultura a la que aspiramos. La construcción de nuevas civilidades requiere conflicto, pero también consenso. Tal vez el primer paso de esta reconstrucción de nuestras políticas culturales sea la firma de un Pacto por la Cultura que devuelva el poder a la sociedad civil e instituya un nuevo marco sobre el que seguir trabajando.