En la segunda guerra entre los romanos y los samnitas, en el año 321 A. C., los romanos cayeron en una emboscada en un desfiladero. Tras un tiempo de aislamiento y hambre, Cayo Poncio, el líder samnita, permitió su liberación obligando a los derrotados a pasar desarmados y vestidos con una túnica, bajando la cabeza, por una especie de puerta formada por una lanza horizontal sostenida por otras dos verticales, lo que se conoce como las ´horcas caudinas´. El candidato a la Presidencia por el PP, Pedro Antonio Sánchez, manifestó tras los resultados electorales que no estaba dispuesto a negociar bajo chantajes y que si era necesario se volverían a convocar elecciones, algo que escapaba a su competencia, ya que el presidente en funciones se llama Alberto Garre. Sin embargo, ha bastado con que llegara a la capital una delegación ciudadana compuesta por su secretario de organización nacional acompañado por el jefe de la Policía Municipal de Archena, para que se les bajaran de golpe los aires de grandeza. Lo que no consiguió Garre, llamando a la generosidad de los imputados para que abandonaran sus cargos públicos, estos enviados especiales lo han logrado en un santiamén. De momento se han estancado ahí, porque vistas las cosas, los ´bisagras´, si se ponen más chulos, consiguen que Pedro Antonio cante las mañanitas en la ventana de Miguel Sánchez como desagravio por los desencuentros que se produjeron cuando el primero llegó de Granada a la dirección general de la Juventud y el segundo presidía un Consejo Regional de la Juventud, incontrolado por los populares. A falta de un par de días para la constitución de la Asamblea Regional resulta cuando menos sorprendente la gran capacidad de convicción de Ciudadanos sobre las filas populares para hacerles pasar por las ´horcas caudinas´. Y también resulta sorprendente el afán dialogante y regeneracionista de unos ´peperos´ que hasta no hace mucho desnostaban en privado de los discursos sobre la ética política de Garre. El episodio histórico de las ´horcas caudinas´ tuvo su segunda parte unos años después cuando los romanos conquistaron Lucería, y obligaron a los samnitas a pasar desarmados y vestidos con una túnica sobre yugo. Los romanos ni olvidaron ni perdonaron.