Cuando el domingo pasado estaba a punto de salir de casa para ir a votar me paré durante un minuto delante de la propaganda que durante las últimas dos semanas se había acumulado en mi buzón y no pude evitar pensar que todo aquello no era más que un desperdicio de papel casi indecente. En una época en la que todo lo tenemos al alcance de la mano a golpe de clic, la distribución de propaganda electoral tiene cada vez menos sentido y es un despropósito que da al traste con los discursos de políticas sostenibles que la mayoría de estos mismos partidos incluyen en sus programas. Y ya no hablemos de los sobres con las papeletas preparadas. ¿De verdad alguien decide su voto en función de si tiene en casa la papeleta preparada? Obviamente no, y esas mismas papeletas están igualitas en los colegios electorales. Ya que están las elecciones generales a la vuelta de la esquina, los partidos podrían empezar a cambiar la regulación de la propaganda. Y ya, si eso, de paso revisamos cosas como la jornada de reflexión. Pero eso da para otro artículo.