La salud es una propiedad emergente que depende de múltiples variables», escriben Juan Gérvas y Mercedes Pérez en su recomendable último libro, La expropiación de la salud. Señalan algunas de ellas: el estado físico, el bienestar mental, ser autónomo, la autoestima, el optimismo o la capacidad de disfrutar de la cultura y de relaciones personales plenas y dichosas. Pero además de estas variables individuales, otras contribuyen también a la salud: un trabajo estable y un sueldo que permita un mínimo bienestar material; una buena educación; una vivienda digna; un medio ambiente limpio; la posibilidad de un contacto frecuente con una naturaleza íntegra o la capacidad de participar en la vida social y política y hacerlo sin miedo y en libertad.

A estas últimas variables se les llama ´determinantes sociales de la salud´ y la ciencia ha demostrado que son mucho más importantes que las individuales en la obtención de una existencia saludable. Sin embargo, llevada por la fascinación tecnológica, el individualismo hedonista, la hegemonía de los intereses del mercado en el sistema sanitario y el poder de la publicidad, nuestra sociedad ha decidido privilegiar una visión de la salud muy, muy estrecha, centrada sólo en un estado físico y un desempeño psicológico ´adecuados´, según una objetivización nada neutral impuesta por una ciencia biomédica, lamentablemente, hoy en día, seriamente sesgada por intereses económicos y profesionales.

Este fenómeno simplificador „que podríamos llamar ´medicalización de la salud´„, de la mano de la expansión de los sistemas sanitarios ocurrida en los países ricos en los últimos cuarenta años, ha tenido una consecuencia paradójica: en todas las encuestas los ciudadanos señalan que cada vez se sienten más enfermos. ¿Vivimos más que nunca, tenemos más y mejores recursos sanitarios y nos sentimos peor?

Algo estamos haciendo muy mal. Claro. Por mucha asistencia sanitaria que tengamos no vamos a mejorar nuestra salud si hay un 24% de paro, empleos cada vez más precarios y sueldos rastreros, la mayor tasa de abandono escolar de Europa, un medio ambiente más polucionado, desahucios diarios, falta de recursos sociales o una sensación generalizada de indefensión ante la corrupción política.

Los efectos terribles sobre la salud y la falta de esperanza que genera el injusto sistema económico hacen que las personas vuelvan una mirada cada vez más desesperada hacia la medicina. Y, probablemente, esta sea la función social más importante de la sanidad pública hoy (una vez que, parece, no es generar salud): ser una especie de bálsamo para las personas „aisladas, humilladas, empobrecidas y desechadas por el sistema„ que acuden a sus médicos en busca de un gesto „una mínima señal en forma de resonancia magnética o de un nuevo fármaco con nombre de fantasía será suficiente„ que les trasmita que siguen importando y que su malestar va a ser tratado con la dignidad que confiere el último grito en ´chatarra médica´ comprada a las multinacionales a precio de oro.

Haríamos mal en creer que las listas de espera o los colapsos de urgencias son (solo) por los recortes. No. Estos fenómenos son síntomas, en primera instancia, de una desesperación que solo puede empeorar si la respuesta del sistema sanitario sigue siendo (exclusivamente) biomédica: si ante los ancianos aislados y doloridos solo ofrecemos prótesis de titanio; si ante los parados de larga duración hundidos solo ofrecemos (¡qué espanto de nombre!) moduladores del humor; si ante los cánceres terminales solo tenemos más quimioterapia (¿paliativa?). La sociedad no puede seguir aceptando este orden de cosas. La salud no es un problema médico o científico sino (fundamentalmente) político.

Hace falta una revolución cívica, protagonizada por ciudadanos y profesionales sanitarios que, juntos, se enfrenten a esta intolerable y masiva ´expropiación de la salud´. La Red Ciudadana por la Salud (ReCIPS) está formada por más de quince organizaciones civiles y profesionales. Nació hace cuatro años como respuesta a esta visión unidimensional y simplista de la salud y ante la falta de posibilidades de verdadera participación ciudadana en el sistema sanitario.

La semana pasada presentó en la consejería de Sanidad el fruto de una reflexión común (gestores, profesionales y ciudadanos) sobre las listas de espera; no se trata de una mera denuncia de la ya conocida e intolerable situación en nuestra Región, sino de un documento que aporta ideas y propuestas (puede leerse en la web http://recipsmurcia.blogspot.com.es/.

Es la enésima petición de entrevista que hacemos a nuestros políticos sanitarios para contarles quiénes somos y cómo queremos y podemos contribuir a un mejor sistema de salud ¿Por qué no nos reciben? ¿Quiénes se creen que son para negar la palabra a los ciudadanos? El sistema sanitario público mantiene su capacidad de luchar contra la enfermedad (más la aguda que la crónica) pero la salud es algo más complejo y pasa ineludiblemente por la participación de la ciudadanía. ReCIPS está en ello ¿En qué están los políticos?