Juan Carlos Monedero, arrinconado por los suyos como consecuencia del deterioro de su imagen, les señala ahora con el dedo acusador del político traicionado en sus ideales. No sabemos hasta donde alcanza la ideología, hasta donde el despecho. Sin embargo, no cuesta trabajo ver en él el resumen de todas las contradicciones del proyecto que fundó junto con Pablo Iglesias. Por un lado, la estrategia de renunciar a la utopía a cambio de pragmatismo electoral. Por otro, la dificultad de conciliar el fin justifica los medios con la denuncia reiterada de la partitocracia que lo ha practicado.

El caso es que el cofundador del movimiento que arremetió furibundamente contra ´la casta´ ha dicho que Podemos forma ya parte de ella. No lo dice Esperanza Aguirre, lo dice Monedero. Una pregunta pertinente es si este último habría denunciado la desviación ideológica de sus compañeros dirigentes en el caso de que no lo hubieran pillado con el carrito del helado, o, lo que es lo mismo, con los supuestos pagos de una financiación encubierta por parte del chavismo que lo apartó de la primera línea. Hasta entonces, Monedero no había expresado públicamente sus quejas sobre la estrategia electoral, del mismo modo que tampoco se ocupó de cotizar los impuestos que correspondían.

Podemos se encuentra, digamos, taponado. A su derecha, está Ciudadanos, un partido que también esgrime la llamada nueva política pero con partitura más melodiosa. A su izquierda, Monedero invocando la traición a los círculos y recordándole al Gran Timonel que la utopía sirve para caminar como decía Galeano.

Eduardo Galeano, no el enano de Juego de Tronos.

El éxito hasta ahora de Podemos fue rentabilizar en ilusiones el derrumbe de una sociedad; su previsible fracaso, no saber gestionarlo en un proyecto creíble. Si el suflé baja o no es algo que pronto se verá.