La catástrofe del Nepal ha dejado atrás rápidamente a la catástrofe del barco hundido frente a Libia, que a su vez había dejado atrás a la del avión estrellado por el copiloto en los Alpes. Cruzamos la tediosa normalidad de los días saltando de piedra en piedra, o sea, de catástrofe en catástrofe. ¿Cuánto dura viva en nuestra conciencia una catástrofe? Esto depende básicamente de tres factores: la magnitud del desastre (factor de aumento de duración), su lejanía de nosotros (factor de minoración) y, sobre todo, el impacto de la siguiente catástrofe (factor de corte y borrado). Así más o menos funciona la cosa. Las catástrofes externas operan como un regulador del miedo y la angustia propios: su estruendo ayuda a atemperar los efectos de éstos, pues al final todo es relativo. No hay nada más dramático que el vacío total de dramas, en el que la gente se queda a solas con el suyo.