En 1915, el Imperio Otomano llevó a cabo el primer genocidio del siglo XX. Los Jóvenes Turcos, que habían accedido al poder en 1908 mediante un golpe de Estado, programaron y organizaron el exterminio de todo un pueblo y asesinaron a un millón y medio de armenios; la inmensa mayoría, cristianos.

El pasado día 24 de abril se ha cumplido el primer centenario del inicio del exterminio, cuando el Gobierno otomano arrestó a 250 intelectuales armenios en Constantinopla. Los trasladaron a una prisión, donde fueron torturados y asesinados. El siguiente paso fue deportar a la población. La mayoría de las familias armenias vivían en el campo: en pueblos y aldeas. Obligados a abandonar sus casas y caminar durante meses a través del desierto y las montañas, la mayoría murió de cansancio y de hambre. «Los que no podían seguir eran sacrificados. Era común ver cuerpos abandonados en las cunetas, o cuerpos de mujeres semidesnudas», ha escrito un testigo.

Los asesinos no sólo fueron los esbirros del Estado turco; también los lugareños, y no sólo los musulmanes, sino también la minoría kurda. La persecución y el horror duraron hasta 1923, cuando Atatürk creó un nuevo Estado turco.

Las autoridades de Turquía no lo han reconocido. Siguen diciendo que lo que padeció el pueblo armenio no fue un genocidio, y que todo fue sólo consecuencia de una guerra: la Primera Guerra Mundial, que también causó la muerte de muchos musulmanes.

Recientemente, el papa Francisco ha declarado que el exterminio en Armenia fue «el primer genocidio del siglo XX» por manos del Imperio Otomano. Esta declaración ha provocado un grave conflicto diplomático entre Turquía y la Santa Sede.

El Centro Internacional para el Estudio del Oriente Cristiano, junto con el centro cultural Nuevo Inicio (de la diócesis de Granada) y la fundación Estudios sobre Arquitectura Armenia han organizado una interesante exposición: El genocidio cultural armenio. El antes y el después (hasta el 12 de junio, en la sede del arzobispado de Granada).

En los últimos meses ha arreciado la persecución y los atentados criminales contra cristianos orientales en países como Egipto, Irak, Siria, Afganistán y Pakistán (los tres primeros, de antiquísima tradición cristiana). Sin embargo, estos crímenes han sido silenciados o apenas denunciados por la mayoría de los medios de comunicación occidentales.

Constantemente se está violando hoy un derecho fundamental de las personas y de los pueblos: el derecho a la libertad religiosa. Francisco y algunas otras voces lo han denunciado; entre ellas, el primer ministro de Francia, Manuel Valls, y el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, quien en un reciente discurso a la nación (al felicitar la Pascua), afirmaba claramente y sin complejos la identidad cristiana de esa nación: «Todos nosotros deberíamos sentirnos orgullosos de decir: ´éste es un país cristiano´ (€) Nuestra responsabilidad no acaba ahí. Tenemos el deber de alzar la voz y denunciar la persecución de los cristianos en el mundo».

Por otra parte, J. Menéndez Ros, director de la Fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada, ha comparecido el 23 de abril ante la Comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados donde ha destacado la existencia de «un silencio culpable en muchos medios y (€) una indiferencia por parte de la comunidad internacional, especialmente la de Occidente». Asimismo, ha pedido a los políticos y a la sociedad un mayor compromiso con los creyentes que sufren persecución a causa de su fe, sean o no cristianos. «Si creemos en los derechos fundamentales y de verdad somos demócratas no podemos pasar por alto los atropellos sufridos por muchas minorías religiosas en el mundo».

Ojalá nosotros seamos sensibles a este drama y sepamos apreciar y defender el ejercicio de la libertad religiosa como un servicio a la paz y al bien común, que es incompatible con el fanatismo y la intolerancia.

Dr. Javier García-Valiño Abós ( HYPERLINK "mailto:jgarciaval@gmail.com" jgarciaval@gmail.com)