El campo político español está rígidamente estructurado en función de una oposición básica: los que están dentro del mismo, esto es, ´los profesionales de la política´; y los que están fuera, esto es, ´los plebeyos´. Para que esta oposición fundamental entre ´profesionales´ y ´plebeyos´ sea viable, el campo político se rodea de una frontera que delimita ambas posiciones. Pero, sobre todo, esta delimitación actúa de forma análoga a la de una frontera: como un filtro o una aduana, en fin, como un dispositivo de control. Esto es, la frontera sirve para vigilar quién es el que aspira a entrar y qué porta en su ´maleta´ y en su ´cuerpo´. En definitiva, la frontera supervisa y selecciona quiénes son los que pueden entrar al campo político. Los ´profesionales de la política´ consideran un riesgo para los juegos a los que se juega en el campo político la presencia potencialmente alteradora de los plebeyos. Los plebeyos pueden alterar las reglas del juego y ello no conviene a los que tienen enormes inversiones en el juego.

La frontera que delimita el campo político se fundamenta en una determinada legitimidad. Los plebeyos ´no saben´, ´no son profesionales´, ´no tienen capacidad´ para dominar las reglas del juego y para dominar la obtusa jerga con la que ´los profesionales´ justifican la selección de los legitimados para entrar al campo político. Si los plebeyos quieren entrar al campo político primero deberán ser supervisados por los estrictos controles de frontera: quiénes son, qué traen en su maleta, cómo son sus cuerpos, qué llevan en su interior, qué dice su pasaporte sobre el grado de conocimiento del idioma que aquí se habla y qué dice sobre su familiaridad con las reglas del juego que tradicionalmente rigen en el campo. En definitiva, los agentes de control fronterizos del campo político quieren asegurarse que los nuevos candidatos son de la familia y comparten ´el aire´ propio de la familia. Un plebeyo que quiera entrar en el campo debe estar previamente legitimado por las reglas dominantes en el mismo. Si no es así, es un ´sin papeles´.

El 15M hizo saltar en mil pedazos la frontera del campo político. Un movimiento de plebeyos dijo en las plazas de este país que ´los profesionales´ estaban pervirtiendo la democracia y la estaban corrompiendo. Cuando esto ocurre, el campo político se echa a temblar. En las plazas del 15M, los plebeyos cuestionaron la legitimidad de la frontera política. Así, los plebeyos quisieron entrar y alterar la tranquilidad de la familia y de sus juegos de mesa. Podemos organizó el deseo plebeyo y construyó en muy poco tiempo una eficaz maquinaria política para disputarle a los ´profesionales´ sus cierres del campo político, sus dispositivos fronterizos, sus legitimidades y sus privilegios.

La respuesta a este desafío plebeyo encarnado por Podemos no se ha hecho esperar. El campo político español ha decretado que los de Podemos son plebeyos ´sin papeles´, por tanto, personas inadecuadas e ilegítimas. Por el contrario, los poderosos controles de frontera han decretado que los de Ciudadanos son legítimos, poseen propiedades legítimas, esto es, comparten el aire de familia que rige la vida del campo político. Los candidatos electorales de Podemos son cacheados minuciosamente y su carácter de ´sin papeles´ será convenientemente sacado en portada de cualquier medio de comunicación. La sofisticada maquinaria de trituración de líderes plebeyos está eficazmente engrasada como hemos visto en los últimos meses (campaña contra Errejón, contra Monedero, la asociación con Venezuela y mil disparates más).

Pongamos que te llamas Oscar Urralburu y eres candidato de Podemos a las elecciones autonómicas de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Una trayectoria honesta y plebeya de más de veinte años de pertenencia al vecindario murciano y a la comunidad educativa (como profesor de enseñanza secundaria y también como profesor de enseñanza universitaria) y además activo participante en la defensa de la educación pública murciana. Los demócratas hemos entendido que la entrada de Oscar Urralburu en el campo político es una gran aportación para la regeneración de la democracia. Pero los ´profesionales´ han ordenado a los agentes supervisores de la frontera que lo vigilen. Y han decretado el veredicto: 1. «No es de aquí»; 2. «Es de Pamplona»; 3. «No está empadronado en Murcia porque quiere aprovecharse de las ventajas fiscales del régimen foral navarro»; y 4. «Vota en Pamplona y lo hace en un colegio electoral frente a su casa familiar que resulta que es una ikastola».

El veredicto de los agentes que vigilan la frontera es insostenible. Veamos. Sobre el argumento 1: ser de aquí o de allí en una Europa en la que nos movemos tanto no tiene sentido, lo importante es dónde resides y si formas parte del vecindario. El argumento 2 tiene menos sentido aún, pues Oscar es un ciudadano español, siendo igual si ha nacido en Pamplona o en Alcorcón. El argumento 3 es una falacia, uno paga sus impuestos donde tiene el domicilio fiscal y no donde está empadronado, y resulta que Oscar Urralburu tiene su domicilio fiscal en Murcia y paga sus impuestos en Murcia. Pero lo que realmente busca el vigilante de la frontera es el argumento 4, aquel que le permite decretar que Oscar Urralburu es un ´sin papeles´, ´un sospechoso´, ´un ciudadano ilegítimo´. Pero es un decreto fundado sobre la mentira.

Podemos aspira a entrar y transformar en profundidad un campo político cerrado a cal y canto por ´unos profesionales de la política´ que se saben cuestionados (y por tanto sus privilegios) por una ciudadanía plebeya cabreada e injustamente golpeada por una crisis que no han generado. Vamos a impedir que nuestros candidatos sean decretados ´ilegítimos´, porque hoy por hoy son garantía de democracia, transparencia y justicia social.