La historia se repite, el gigante de la corrupción es el Goliat del siglo XXI que se burla del ciudadano de a pie, al que reta y trata de amedrentar con su habitual abuso de poder. No es una cuestión de determinados partidos políticos sino de partidarios de afanar con lo ajeno. El hartazgo y desencanto se han generalizado hasta el punto de que ante las próximas elecciones no son pocos los que se abstendrán, otros votarán guiados por la revancha y bastantes, pescados por el anzuelo del mejor pescador en río tan revuelto. Sólo verdad y justicia pueden generar confianza. Escándalo tras escándalo, hemos pasado del estupor al aburrimiento. Estamos cansados de políticos que lejos de dar la talla, han perdido el sentido de la medida y a lomos del gigante de la corrupción amenazan con hacer trizas el sistema. ¿Hasta dónde vamos a llegar? o hemos llegado? Rectificar es de sabios pero tampoco corren buenos tiempos para la educación.

«De vez en cuando es bueno ser tan transparente, tan luminoso y tan invisible como una simple ventana», pero se corre un tupido velo, a la vez que hay un terco empeño en dejarse ver. La responsabilidad sigue siendo de todos. La tan manida pregunta «¿Tenemos los políticos que nos merecemos?» conlleva un personal examen de coherencia. Política es el arte de gobernar los pueblos y conservar el orden y buenas costumbres. Remitiría a la lectura de El Político de Azorín. Son muchos los matices y condiciones que este escritor demandaba a su político ideal. Atiende a enseñanzas de Maquiavelo, de Baltasar Gracián, de Castiglione y de Saavedra Fajardo. Formando un compendio de consejos, presididos por una doctrina de tolerancia y magnanimidad, Azorín exigía a su político, realista e ideal, que supiera renunciar oportunamente y retirarse a tiempo.

En todos los partidos hay gente buena pero son imprescindibles los buenos políticos. Sin ironía, 'Zapatero, a tus zapatos'.

Algunas promesas electorales no aguantan ni un telediario. Votar en conciencia y con conocimiento de causa, siendo conscientes no sólo a quién, sino qué votamos. No olvidar leer la letra pequeña. Es como afinar la puntería y acertar en el blanco, haciendo caer, de una vez por todas, al gigante de la corrupción.

Sí, usted y usted, tú y yo, vosotros, nosotros? nos corresponde jugar el papel del David del Siglo XXI. Y, la democracia ganará la batalla.