La extrema derecha italiana y muchas otras extremas derechas europeas, consideran el increíble drama de los inmigrantes que embarcan en el norte de África para venir a suelo europeo, como una invasión, un problema de seguridad y una desgracia económica. Les importa bien poco que muchos de ellos mueran en travesías marítimas infames y dramáticas. A los que llegan los reciben con campañas dirigidas al Gobierno italiano en las que le acusan, ni más ni menos, de financiar a esta pobre gente unas vacaciones pagadas. Da asco.

El problema real es que los inmundos argumentos que neonazis, extremistas, y populistas de diverso cariz esgrimen contra los inmigrantes encuentran eco en un porcentaje significativo de los ciudadanos europeos que apoyan los exabruptos que hacen de la xenofobia y el miedo al otro un perfecto reclamo electoral. Pero si malo es que se instalen en la sociedad tendencias racistas y xenófobas, peor es que la mayoría, los que no compartimos el descerebramiento de unos cuantos, callemos con ese silencio espeso, cobarde y a veces hasta cómplice que caracteriza el comportamiento habitual de la opinión pública en temas que son frontera entre la economía y la ética.

Tenemos cerca „y de hecho estamos en ella„ una Europa asustada por el incierto escenario económico que dibuja para nuestros propios países una economía cada vez más mundializada, inmersa en una crisis económica que amplifica el miedo y el egoísmo popular, en la que campan los nacionalismos exacerbados y los más enquistados conflictos, con una clase política incapaz de trasmitir confianza y seguridad en el futuro, atenazada por una crisis moral y de conceptos que impide ver nítidamente el papel de Europa en el mundo una vez superada la ´cómoda´ situación de conflicto que suponía la guerra fría y que permitía un análisis simple de buenos y malos, aliados y enemigos.

En la madeja de la incierta Europa que comienza el siglo veintiuno la confusión se instala fácilmente en los corazones, y los discursos demagógicos, maniqueos, fáciles, idiotas de tan simplones, dirigidos al miedo de la gente, ganan terreno con una facilidad pasmosa. Y el racismo, disfrazado de sincera preocupación por el bienestar de ´los nacionales´ va directo a la confusión de la gente porque implica a lo más atávico de las emociones humanas. Por ello la xenofobia es el primer argumento que usan quienes tienen, política y personalmente, el corazón podrido y buscan el poder, o al menos los mayores campos de influencia, a través del uso mentiroso de estadísticas y el abuso consciente de las emociones más primarias.

Habrá que estar muy atentos a que en nuestro país no se reproduzcan las tendencias electorales europeas que colocan a filonazis como el Frente Nacional en Francia, o el partido de los Auténticos Finlandeses en el país escandinavo, a las puertas de los Gobiernos. De cara a las próximas elecciones que se van a producir en España, exijamos a los partidos que sean absolutamente claros, taxativos e intolerantes con este fenómeno.