De Grass tengo Mi siglo y El tambor de hojalata, claro, que leí desde que Oscar nació, dejó de crecer a los tres años, rodó por la escalera de la bodega y empezó a tocar el tambor, pasando por aquél. «¿Me quieres, Oscar?», «No, que yo sepa», hasta cuando cumplió 30 años y dijo: Ich bin Jesus!, «Soy Jesús». Y de Eduardo Galeano guardo en mi biblioteca y leí El fútbol a sol y sombra, que me regaló Eugenio Prieto en 1995, donde el uruguayo llama globa al balón, conjuga el verbo vivar, en el sentido de animar, cuenta que Albert Camus jugaba de guardameta porque era donde menos se gastaban los zapatos... y leí, entre otros, El libro de los abrazos; en la página 80 dice Eduardo: «Arránqueme, señora, las ropas y las dudas; desnúdeme, desdúdeme». Mueren los escritores pero jamás por ataques de duda; la duda más bien los nace y los hace. Yo cuelgo mis certezas en un signo de interrogación.