Tras la reunión informal del Consejo Europeo del 12 de febrero último, se publicó una ´nota analítica´ suscrita por el presidente de la Comisión, Juncker, y elaborada con la estrecha colaboración de Donald Tusk, presidente del Consejo, Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, y Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, titulada Preparing for Next Steps on Better Economic Governance in the Euro Area.

Al dar cuenta de dicha reunión, su presidente, Tusk, señaló que habían hablado sobre cómo mejorar la política económica en la zona euro, añadiendo que «a raíz de la reciente decisión del BCE (hace referencia al acuerdo de aplicar un amplio programa de expansión cuantitativa) resulta vital que las economías nacionales sean plenamente compatibles con la unión monetaria». Y para ello, los cuatro presidentes hacen hincapié en la necesidad de que las reformas estructurales sean asumidas políticamente a escala nacional.

Con todo el ruido generado en torno a la ´hipótesis Grexit´, me había despistado y no le había prestado atención a la referida ´nota analítica´. Sin embargo, su lectura es muy recomendable. Intentaré hacer un resumen y añadiré alguna opinión.

Tras una introducción en la que se justifica la elaboración de la nota se hace un balance de la situación actual de la Unión Económica y Monetaria (UEM), se identifican las principales deficiencias que la crisis financiera puso de manifiesto en el marco institucional, se describen las medidas adoptadas hasta el momento y se plantean algunas reflexiones que puedan servir de base para los próximos pasos que deban darse con la finalidad de garantizar el buen funcionamiento de la UEM.

Se afirma con rotundidad que el euro es más que una moneda. «También es un proyecto político», se subraya.

Tal declaración sería, en mi opinión, muy bienvenida si, además, a la hora de realizar propuestas, hubiera alguna concreción con ese rumbo. Lamentablemente no es así. Pone de relieve algo suficientemente conocido: «La zona euro tiene un marco institucional único». Con ello se pretende decir que mientras la política monetaria es común, las políticas económicas y, particularmente, las fiscales siguen siendo, en gran medida, competencia de los Estados miembros. Pero eso tiene consecuencias, que se reconocen en el documento: «En una configuración de este tipo, las vulnerabilidades de un Estado miembro pueden convertirse en vulnerabilidades para el conjunto de la zona euro». En otros términos, la unión monetaria solamente puede tener éxito si, estando dentro de la misma, obtienes más beneficios que estando fuera; por ello, el buen funcionamiento de cada economía es un interés común para todos los miembros del área.

La cuestión, por tanto, es si el marco institucional de la UEM es realmente compatible con los requisitos necesarios para compartir una moneda.

La conclusión final es que existe la necesidad de avanzar gradualmente hacia «mecanismos concretos que mejoren la coordinación de la política económica, la convergencia y la solidaridad», o sea, es necesario desarrollar un marco institucional que garantice una gobernanza común más fuerte.

La nota de los cuatro presidentes viene a reconocer lo que es obvio desde hace mucho tiempo: la zona euro no se ha recuperado de la crisis de la misma forma que lo ha hecho EE UU, lo que puede poner de manifiesto que una ´unión monetaria incompleta´ tiene una posibilidad de ajuste mucho más lento que otra, la estadounidense, con un marco institucional más completo.

Sin embargo, cuando pretenden poner sobre la mesa el esbozo de una propuesta que vaya en esa dirección se limitan a decir que «es importante poner en práctica una estrategia coherente entorno al triángulo virtuoso de las reformas estructurales, la inversión y la responsabilidad fiscal». Y ya mucho más concretamente hacen énfasis en avanzar hacia compromisos más eficaces para realizar reformas estructurales que fomenten el crecimiento.

No sé si les suena: más reformas estructurales y más responsabilidad fiscal. Viniendo de quien viene, podría traducirse como ´más de lo mismo´.

Al final se pretende, aún en febrero de 2015, que creamos que la responsabilidad de la crisis que todavía sufrimos está, básicamente, en dos cuestiones: las rigideces en el mercado de trabajo, de las que, además, se han derivado importantes incrementos de los costes salariales unitarios en los países del sur, en relación con los centrales, y en la irresponsabilidad fiscal de quienes se han endeudado en exceso. El sesgo ideológico les supera.

EE UU ha superado la crisis mejor que la zona euro, básicamente por dos razones: por una parte „la principal„ porque su unidad monetaria está respaldada con una unidad fiscal y política de la que carece la zona euro; y eso es lo único que realmente garantiza la ´solidaridad´. Por otra, por la orientación de sus políticas; en EE UU han aplicado una política fiscal diferente, que, además, le ha permitido crecer y reducir el déficit público, y una política monetaria que se ha anticipado, en años, a lo que finalmente se ha atrevido a hacer el BCE, con la oposición manifiesta de algunos.

Pero nosotros no nos damos por enterados y continuamos con el mismo ´sonsonete´: austeridad y reformas. Nadie en su sano juicio puede estar en contra de la austeridad, pero sí se puede estar en contra de que se recorten gastos públicos que, o bien garanticen un mínimo de dignidad a las personas más afectadas por la crisis, o bien mejoren claramente nuestro potencial de crecimiento, como algunas inversiones productivas y una clara apuesta por la educación, la investigación y la innovación. Y reformas, también, pero éstas, mayoritariamente, tendrán efectos a largo plazo y, mientras tanto, ¿qué?

Pero, además, que no nos cuenten, como hacen los presidentes en su ´nota analítica´, que el nivel de desempleo de algunos países „léase, por ejemplo, España„ está íntimamente relacionado con el nivel de protección de su mercado laboral. Eso es tan fácil de desmontar como que la protección en Alemania es igual o mayor y, sin embargo, mientras aquí se destruían puestos de trabajo, allí se creaban. Algo más tendrá que haber para explicarlo, ¿no?

Demasiados presidentes para pocas soluciones.