Uno de los principales cambios que se van a operar en la vida política de esta Región a partir de las elecciones de mayo es que muchas decenas de personas perderán o seguirán cobrando una nómina dependiendo de los resultados de ese día. Si se dan cuenta, he dicho que será uno de los cambios principales, aunque convendrán conmigo en que para muchos será, sin duda, el primordial. Estos comicios van a marcar un antes y un después en nuestra democracia, porque llegan dos nuevos partidos con fuerza (Podemos y Ciudadanos), mientras que los de siempre (PP, PSOE, IU y UPyD) intentan no quedar descolgados ni en la Asamblea Regional ni en los ayuntamientos, aunque son conscientes de que habrá menos pastel para repartir al haber más comensales. En este sentido, y bajo la premisa de que muchos se juegan su pan de cada día, se me antojan incluso inherentes a la condición humana -aunque no por ello se deban dejar de criticar- las luchas intestinas a las que asistimos estos días. El problema es que los políticos, en muchas ocasiones, evidencian sus vergüenzas de una manera tan rastrera que provocan el rechazo de los ciudadanos que asisten atónitos a la pelea de codazos para conseguir un puesto que garantice el sueldo. Si la semana pasada hablábamos de la guerra en el PP (parece que las aguas vuelven a su cauce, aparentemente, con el tiempo veremos las heridas), el PSOE le ha cogido la vez a cuenta del candidato a la alcaldía de Murcia, Pedro López, que ha sido fulminado por el jefe de los socialistas, Rafael González Tovar, con una maniobra cuyas consecuencias tendremos que valorar tras los comicios, y cuyo modus operandi a nadie puede sorprender, porque, a fin de cuentas, esto es política, no solidaridad. En cuanto al resto de formaciones, enternece y asquea observar que algunos comienzan a pelear incluso sin tener el poder o cuando apenas lo han rozado. Por tanto, ¿qué no harán cuando salgan elegidos?

Los peligros de las redes sociales. Siempre defenderé la bonanza de las nuevas tecnologías (creo que el adjetivo calificativo empieza a estar de más, porque ya son más bien viejas estas tecnologías), aunque con la condición inexcusable de que se utilicen con sentido común y, por supuesto, sin ocultarse bajo el anonimato. Es bueno saber quién comete el disparate o el delito, sea en la calle o en internet, con el fin de que asuma las consecuencias de sus actos. Esta semana conocimos que la Policía de Mallorca investiga si el entrenador de delfines José Luis Barbero acabó con su vida después de que una asociación de defensa de estos mamíferos divulgara un vídeo en el que supuestamente maltrataba a los animales. Barbero lo negó, pero las imágenes corrieron como la pólvora por la red, los insultos y amenazas contra él se multiplicaron y, finalmente, perdió el contrato de su vida, porque el delfinario de Estados Unidos se echó para atrás. Días después fue hallado muerto en el interior de su coche. Esta es la historia con final terrible que me hace preguntarme dónde están los límites de internet.