Los seres humanos somos ante todo recuerdos. A veces nos confundimos y pensamos que somos un buen coche, una televisión 3D, un smartphone o un chalet con piscina€ pero en realidad somos recuerdos. Somos, en definitiva, nuestras experiencias, nuestras emociones, nuestras ilusiones, lo que vivimos, lo que amamos y lo que experimentamos a cada momento hasta el final de nuestros días.

Cuando era pequeño, me encantaba escuchar las historias de mi abuelo. Sus recuerdos. Oía sus relatos absorto, encandilado, y me podía pasar horas y horas escuchándolo. Sin embargo, ya desde muy joven, siempre que miraba a mi abuelo, lleno de arrugas por todo su rostro y su eterna boina en la cabeza, pensaba que algún día „si Dios me lo permite„ llegaría a estar como él, y que mis historias y mis vivencias ya no le interesarían a nadie. Y es que los jóvenes, los adultos, creemos que nuestros viejos ya han nacido viejos, y ni siquiera les otorgamos el don de haber vivido.

Hace unos días el papa Francisco advirtió de que las familias que pasaban mucho tiempo sin visitar a sus ancianos incurren en ´pecado mortal´, y recordó que en una sociedad donde no hay ´honor para los ancianos´ no tendrá ´futuro para los jóvenes´. Estas declaraciones las realizó tras llevar a cabo una visita a varios geriátricos en Buenos Aires y conversar con una mujer que no recibía la visita de sus seres queridos desde la Navidad anterior. «Los ancianos están abandonados y no solo en la precariedad material, sino en las numerosas dificultades que hoy deben superar para sobrevivir en una sociedad que no les permite participar», dijo el papa Francisco, que señaló que «los ancianos deberían ser para toda la sociedad la reserva de sabiduría de nuestro pueblo».

Evidentemente, hay ancianos que se han ganado a pulso estar solos. Esto es innegable. Pero también hay otros ancianos que cuando ya se vuelven dependientes son abandonados emocional y físicamente. Hoy en día las relaciones entre padres e hijos han sufrido enormes cambios. El ritmo de vida y los nuevos valores han transformado el modo de entender la familia. Según datos del Observatorio Jurídico de Legálitas, desde que se hizo pública la sentencia del Tribunal Supremo del 3 de junio de 2014, por la que el maltrato psicológico por menosprecio y abandono se consideraba causa de desheredación a los hijos, las consultas sobre cómo hacerlo se incrementaron significativamente, alcanzando un 18% de subida en 2014.

Del mismo modo, las consultas sobre incapacitación, por la que se solicita al juzgado que declare incapaz a una persona mayor, han subido un 8% en 2014 sobre el año anterior. Según sus explicaciones, se trata en su mayoría de consultas de hijos que quieren evitar que la persona que cuida a su progenitor, un hermano generalmente, pueda mermar su futura herencia mediante actos realizados en vida del padre o madre a su favor.

El mundo cambia demasiado deprisa. Y esa transformación constante hace que lo que hoy es novedad mañana esté caduco; los teléfonos móviles, las televisiones inteligentes, los coches y, por supuesto, las personas. Al margen de creencias religiosas y morales, lo que es evidente es que lo que valoremos hoy como sociedad, lo mismo recibiremos mañana. O como reza la frase que hay situada en el cementerio de mi pueblo: «Como te ves, me vi. Como me ves, te verás». Pues eso.