Tras la ejecución interna a que fue sometido Carlos Collado por su propio partido, PSOE, tuve la oportunidad de contar con su amistad. Primero llevado por mi conmiseración ante tan injusto como improcedente castigo y, más tarde, como tributo que rindo a su simpatía y calidad humana. Han transcurrido veintidós años desde aquella operación y hoy es el día en que el PSOE no ha terminado de pagar la penitencia impuesta por el electorado murciano. Viene a cuento esta historia por si, como de aviso a los navegantes, fuera de interés profiláctico a quienes, de igual modo que ayer, practican tres cuartos de lo mismo.