Tras la semana del debate sobre el Estado de la Nación no encuentro mejor título para el artículo de hoy. La Nación, bien y mal, depende como se mire. Así que gracias o improperios, según el punto de vista. Son demasiados los ojos que no quieren ver y los oídos que no se aplican a escuchar. Ahora, lo que es hablar por hablar, sin dejar títere con cabeza, largo y tendido.

¿Nos merecemos los políticos que tenemos? Ni quito ni pongo. Como muchos españoles, me pregunto: ¿Dónde está la auténtica clase política? La respuesta puede dejarnos sin palabras. «Haberlos, haylos», pero una gran mayoría -como ´esos locos bajitos„ ha de crecer mucho para dar la talla. El debate ha producido más de un empacho y, me atrevería a afirmar, cierta desconfianza e inseguridad.

Tampoco faltan los que han salido satisfechos como si se tratase de un gran banquete en el que se han comido al adversario. Mientras, los ciudadanos de a pie seguimos atónitos, sin palabras dignas de articularse, por respeto, ante tal zafarrancho de combate. ¿Tan difícil es poner los puntos sobre las íes sin hacer peligrosos e innecesarios derrapes partidistas?

La verdad sigue demostrándose sola. La consolidación de nuestra economía y la competitividad van generando confianza en los inversores, eso no significa que estén terminados los deberes pero tampoco que sea imposible realizar la tarea pendiente, aportando cada cual (partidos políticos) sus mejores apuntes a fin de conseguir esa buena nota que sitúe a España como nación próspera. A la espera de resultados óptimos en las próximas elecciones, barajemos las cartas que tenemos entre manos „economía, educación, trabajo, investigación, sanidad, políticas sociales, justicia€„ para ganar la partida, dejando que todos puedan entrar en el juego con propuestas y acuerdos que se pueden conseguir cuando se trabaja en equipo. Indudablemente no es lo mismo ver los toros desde la barrera que estar en el ruedo y lidiar al toro ofreciendo una buena faena.

Creo que aún hay políticos que dan la talla y también nos dejan sin palabras ante el buen ejercicio de su vocación política. Lo malo son los espontáneos que se lanzan imprudentemente poniendo en peligro su integridad y la de los demás. La responsabilidad ante las urnas es personal. La libertad para votar queda fortalecida por la verdad que hemos de buscar en el programa de los distintos partidos políticos, obviando los fuegos artificiales que brillan y hacen mucho ruido pero desaparecen sin apenas dejar rastro. Apostar por una trayectoria de mejora que no tire por la borda los logros alcanzados.

El debate sobre el Estado de la Nación no deja de ser un acto de comunicación. La argumentación ha sido extensa, la solidez ha demostrado con creces el peso específico de cada cual. No debe ser fácil templar, contenerse, evitar el exceso en la tribuna de oradores del Congreso pero es preferible la elocuencia del silencio a modos de actuar que dejan sin palabras. Ser o no ser, eterna cuestión.