Hoy quizás me he despertado especialmente demagógico, supongo que imbuido del espíritu preelectoral que nos acompaña como una suerte de segunda piel de la que no hay manera de desprenderse ni en domingo. Algunos amigos y conocidos me dicen con relativa frecuencia, más ahora que se acercan las elecciones que nos tienen tan ocupados a todos, que dé más caña a los políticos. Sé, y así lo pongo de manifiesto en esta sección, que nuestros gobernantes son responsables de manera importantísima de la situación en la que nos encontramos, y por ello les podemos atribuir muchos de los males que nos aquejan. Pero hoy los voy a dejar al margen, porque pienso que no está de más que de vez en cuando nos miremos hacia dentro todos, ya que también todos tenemos que mejorar como sociedad en general, máxime si queremos evolucionar hacia una mentalidad más acorde con la de otros países más educados.

Y les traigo hasta aquí una lista de personas que protagonizan, aparentemente, insignificantes hechos, que son sin duda detestables, y con los que seguro se han cruzado más de una vez.

- Los que no recogen las cacas de sus perros y los que los llevan sueltos y, siendo grandes y peligrosos, sin bozal. Me hace mucha gracia cuando echamos la culpa de la suciedad en nuestras ciudades a la falta de personal y maquinaria.

- Los que tiran chicles en la vía pública (buceen en internet para conocer cuánto dinero valen los aparatos quitachicles y cuánto se gasta cada año su ayuntamiento en adecentar las aceras), pipas y recipientes de comida y de bebida.

- Los que escupen al suelo, arrojan papeles y vacían sus ceniceros repletos de colillas en cualquier calle donde paren unos segundos su vehículo. El otro día tuve la fortuna de que la colilla que lanzó alguien desde el edificio bajo el que aparqué cayó sobre mi coche, en vez de sobre mi cabeza.

- Los ciclistas que van por las aceras y las calles peatonales así como los viandantes que pasean por los carriles-bici.

- Los conductores que hacen disparates al volante. El jueves, adelanté en el Puerto de la Cadena a un todoterreno que hacía eses y que conducía una mujer que se iba pintando las uñas. A los pocos minutos nos sobrepasó a todos los que bajábamos en dirección a Murcia, ya con su pintauñas cerrado. También están los que tiran colillas desde el coche. Mismo lugar, Puerto de la Cadena, viernes por la noche, un joven con un deportivo que, para completar la escena, hablaba con su teléfono móvil.

¿Sigo o es suficiente para iniciar una lista de comportamientos indeseables que se viven a diario en este país? No entraré en otras sinvergonzonerías que han sido asumidas por muchos ciudadanos con una complicidad abominable.

Ya les decía al inicio que me había levantado con el pie demagógico y, aunque es mucho más fácil recriminar a los políticos, creo que de vez en cuando es bueno mirarse al espejo. Otro día daré caña a los gobernantes, tampoco es cuestión de defraudar a los amigos.