Ayer escuchaba a mi hijo de cuatro años decir a su madre: ´Mamá, eres la mejor´. Fue ahí cuando me di cuenta de que era el momento, 38 años después, de expresarte aquellas cosas que nunca te dije. Echo de menos tu ternura, la generosidad a la hora de darnos tu cariño. Echo de menos tu honradez; tu personalidad sin dobleces; tu capacidad de sufrimiento; tu humildad y un raciocinio a prueba de bombas ¡para mí lo quisiera en estos días que vivimos! Echo de menos tu voz, ya casi no la recuerdo. Todo ha tenido menos brillo sin ti. Mirar un momento atrás es observar que me faltan muchas cosas, sobre todo tú. Me doy cuenta ahora, ya ves, cuando me he puesto en el otro lado de la balanza, en el papel de padre. Mis sentimientos se quedaron cojos hace demasiado, pero esta huida hacia adelante que es la vida nos hace olvidar demasiado rápido. Nos ciega el día a día en que vivimos. Y es que me hubiera gustado contarte estas cosas cuando vivías, pero me costó siempre expresar lo que siento. Ahora que observo un halo de tosquedad en mi carácter, no podía dejar pasar más tiempo para decirlo.