No hay adjetivos para calificar la matanza de la semana pasada en el semanario francés Charlie Hebdo, pero no voy a dedicar este espacio a buscarlos, sino a reflexionar sobre una de las consecuencias que ha traído: la xenofobia hacia el pueblo islámico. El hecho de que algunos partidos como el Frente Nacional de Le Pen o plataformas como la alemana Pegida hayan utilizado el brutal suceso para alimentar la islamofobia y convocar a sus militantes a manifestaciones racistas contra el colectivo musulmán es igual de censurable que los atentados. «Con el pueblo francés, uno e indivisible», dijo Le Pen, alimentando el patriotismo de sus seguidores. No es una cuestión de mi nación contra los otros (los musulmanes), es la defensa de la democracia contra el fascismo, de la libertad de expresión contra la censura. Y hablando de este derecho, qué curioso que el presidente del Gobierno haya acudido al cortejo parisino para defenderlo cuando de ‘fronteras para adentro’ está a punto de entrar en vigor una ley injusta que amordaza a los manifestantes y se imputa a presentadores por ‘molestas’ parodias.