Como cada 1 de enero, este año también he dejado de fumar. Además, estoy haciendo muchísimo deporte, me estoy atiborrando a verduras crudas y he apartado de mi vida todo tipo de bebidas destiladas. En la práctica, ninguna de estas cosas es cierta pero, en mi imaginación, al comenzar el nuevo año, mi comportamiento iba a ser casi modélico. Y yo me pregunto: ¿por qué nos hacemos todos esos propósitos cada año si sabemos que somos incapaces de cumplir ninguno? (o casi ninguno, porque pienso dejar de fumar). No tengo ni idea de la respuesta, pero el ser humano es así. Nos encanta castigarnos cuando nos acabamos de comer un pastel rebosante de chocolate, sentirnos culpables al día siguiente de un homenaje en toda regla y flagelarnos cuando nos subimos a la báscula y vemos que el roscón de reyes no era tan light como decía la caja. Pero es posible que este año sea diferente. Es posible que en 2015 seamos capaces de vencer la pereza y hacer frente a todos esos malos hábitos que nos llevan de cabeza. O, por lo menos, eso espero, porque ya me estoy cansando de tener cada año la misma lista de propósitos.