Hace más de tres décadas se utilizaba el concepto de ´la medida del valor de la juventud´ por algunos investigadores sociales para describir en qué magnitud una sociedad ofrecía significativamente valor a sus jóvenes, mediante un indicador derivado del mayor o menor porcentaje de Escasez Relativa de Jóvenes en relación con la población total. Supuestamente, según esta concepción, cuando los jóvenes escasean crecen las posibilidades de acceso a una mejor educación y a más puestos de trabajo, básicamente consiguen un mayor interés por el conjunto de la comunidad. Y ello se demostraba por acontecimientos demográficos que acompañaron a los sucesivos ciclos económicos en el siglo pasado. Los efectos de la grave crisis que estamos sufriendo en los últimos años, junto a políticas inadecuadas y extractivas desmienten esa premisa que, no obstante, responde a una lógica social esperable.

Entre las paradojas que nos abruman actualmente, aparece el dato de que en la Región de Murcia se ha producido entre 2006 y 2013 un descenso notable del porcentaje de jóvenes con respecto al conjunto de la población, de forma similar al resto del país, no obstante, se mantiene como una de las Comunidades con mayor población juvenil. En cambio no se observa un grado digno de inserción de los jóvenes en la sociedad y de transición normalizada a la vida autónoma. Un hecho que viene acompañado de una disminución severa de las políticas y de recursos en los servicios de juventud en los últimos años, cuando lo razonable sería contrarrestar con programas y servicios dirigidos a los jóvenes algunos de los efectos de una crisis económica consecuencia de un saqueo financiero global.

Lamentablemente los jóvenes continúan soportando los mismos factores que en 2003 retrasaban su proceso de emancipación en nuestra Región: la prolongación de la escolarización, el desempleo y la temporalidad en el mercado de trabajo, el coste de la vivienda y la falta de políticas sociales activas de inserción. Con el agravante de que el agotamiento del modelo productivo actual, el enorme paro juvenil y la precariedad de sus empleos, y la sobrecualificación en la mayoría de puestos de trabajo, constituyen el primer obstáculo para lograr su independencia, provocando la emigración (de los más preparados) o la vuelta a sus domicilios familiares de origen.

A pesar de la disminución porcentual de la población juvenil, observamos como se ha más que duplicado el número total de parados menores de 25 años entre 2003 y 2014, y las leves y momentáneas disminuciones de tasas de paro juvenil aparecen ligadas esencialmente al incremento de jóvenes que abandonan el mercado de trabajo. Continuamos siendo una de las Comunidades autónomas con mayor paro juvenil de toda España.

En este ámbito el nivel educativo conseguido constituye un elemento diferenciador sustantivo en la consecución de un puesto de trabajo, pero ello no es garantía de continuidad, ni de un salario justo. La evolución temporal del fracaso escolar existente en nuestra región ha sido negativa frente a la observada en el resto de España. Mientras que en el conjunto del país se pasaba de un 30,8% de fracaso en el año 2006, al 28,5% en 2008, en cambio, en la Región de Murcia creció del 32,5% en 2006 al 39% en 2008. Mientras, en otras autonomías como el País Vasco y Navarra el fracaso escolar rondaba el 14%. Con datos de 2013 la tasa española de abandono escolar es del 23,5% y en la Región de Murcia se sitúa aún en 27,7% muy por encima de la media española y aún lejos del objetivo europeo para el año 2020 que se fija en el 10%.

De otro lado, la consecución de una titulación universitaria no garantiza el acceso a un trabajo ligado al campo en el que un joven se ha formado. Ni tampoco a un sueldo acorde con lo que se espera de dicho nivel de titulación, a pesar de tratarse de la generación más formada y capacitada. Para colmo, la tasa de paro entre las personas de 16 a 29 años ha experimentado un incremento anual entre los jóvenes con mayor nivel de estudios. Y mucho nos tememos que iniciativas novedosas como la Garantía Juvenil no solventará estos problemas por falta de presupuesto y de estructura organizativa suficiente.

Además, el poder adquisitivo de los hogares de Murcia compuestos por jóvenes es el más bajo de España. Su escasa capacidad adquisitiva limita el acceso a la vivienda en propiedad y alquiler: un hogar joven debería dedicar el 48,1% de sus ingresos para poder acceder a la compra de una vivienda en propiedad o el 42,1% para el pago de la renta de alquiler.

Todas estas situaciones provocan trayectorias fallidas en el proceso de autonomía de los jóvenes, y las tendencias generales que se observan no auguran un cambio de dirección que favorezca adecuadamente su inserción social y su desarrollo personal. Como consecuencia de ello, emerge con fuerza la desconfianza en las instituciones públicas y la desafección política, junto a procesos de desigualdad entre los mismos jóvenes, conforme a su clase de origen, su nivel educativo y ciertos modelos de relaciones de género.

Estas notas que desarrollamos en el Informe 2014. El otro estado de la Región constituyen señales evidentes del deficiente valor que posee la juventud para nuestra Región.