Nos referimos a ella para hablar de un sinfín de cosas: el buen funcionamiento y la aptitud para el uso de un producto, la uniformidad de los procesos para fabricarlo, la conformidad del diseño con los requisitos, el cuidado del servicio y comunicación, la excelencia orientada al cliente, el respeto al medio ambiente€ ¿Quién le hubiera dicho al viejo Platón que aquel palabrejo que se inventó, poietes, iba a dar tanto de sí? Estamos hablando de ´calidad´. Hoy toca, en concreto, hablar de ´calidad docente´. ¿Y a qué extraño monstruo moderno nos referimos con esa expresión?

Los ejemplos citados al principio tenían la intención de orientar al lector hacia el uso actual de la palabra calidad tan caro a los ambientes industrial y empresarial en los que ha florecido últimamente de manera espectacular, impulsada sobre todo por las tres santas (santa Eficacia, santa Efectividad y santa Eficiencia) de la más pura racionalidad instrumental de medios y fines del convento de santa Economía. Y todo esto está muy bien. Gracias a los departamentos de calidad nuestros chorizos son mejores, nuestros coches se estropean menos, nuestras casas tienen menos goteras y nuestras playas atraen a más turistas. Tanto ha cundido el ejemplo que ya a nadie le parecería raro que una funeraria luciera en su fachada de adusto granito un no menos adusto anagrama con el sello de calidad ´ISO nuevemil no sé cuántos´ correspondiente. Y eso que los muertos no parece que vayan a pedir el libro de reclamaciones en caso de que se incumplan los ´standards´ Y, claro, si hay ´standards´ para las exequias, ¿no los va a haber para las ´excuelas´?

Sin embargo, lo que a mí me parece raro es que a la gente no le parezca raro que las escuelas luzcan en sus fachadas, o estén bebiéndose los vientos por lucirlos, sellos de calidad pedagógica. Pues si mi vecino Paco ha puesto uno de esos sellos de calidad en su carnicería, tal vez mi vecino Paco me esté diciendo que esté tranquilo, que no me voy a intoxicar con sus morcillas pero, ¿qué me garantiza uno de esos sellos en la escuela de mi hijo? Me garantiza que en la escuela se siguen una serie de procesos uniformizados y estandarizados. Punto. ¿Me garantiza que mi Jonathan va a aprender más? No. ¿Qué va a salir hecho un ciudadano de los pies a la cabeza? Tampoco. ¿Que no va a salir ´intoxicado´? Menos. Entonces, ¿qué demonios es eso de la ´calidad docente´? Cualquier cosa menos algo uniformizable y estandarizable (ah, eso sí, me garantiza que los profesores tendrán una cantidad de papeleo extra abrumadora).

Dicho con mucho atrevimiento, en principio, la ´calidad docente´ (da mucha grima usar esta expresión) tiene algo que ver tanto con la ´calidad científica´ del profesor como con su ´calidad didáctica´, y un mucho con la ´calidad humana´ propia y también, no hay que olvidarlo, con la de sus discentes. Y, claro, ¿cómo uniformizar y estandarizar todo eso? Cierta pedagogía, con el marchamo del Congreso (LOGSE), muy desdeñosa con el saber y el aprender de toda la vida, pero entusiasta acérrima del ´aprender a aprender´, ´la negociación de contenidos con los alumnos´, ´la auto-evaluación´, ´la construcción del propio aprendizaje´€ quiso uniformizar y estandarizar la didáctica de la educación no universitaria en España desde cierta visión de la ´calidad humana´ docente y discente.

Y, a juzgar por los resultados, a fe que se consiguió un uniforme fracaso. Y ante este fracaso sólo ofrecen más pedagogía, pero con sello de calidad (hay en España expendedores de sellos de ´calidad pedagógica´ [sic]). Nada más antipedagógico que dicha pedagogía.

La enseñanza (o el aprendizaje) es algo que difícilmente puede ser sometido a procesos más o menos ´standard´ o a mediciones de más allá de tres o cuatro aspectos (y que conste que estoy totalmente a favor de las evaluaciones externas pues, aunque sea en poco, no podemos permitirnos el lujo de medir objetivamente lo que buenamente se pueda, como ha poco señalaba el profesor Luis Martínez Conesa). Pero enseñar (y aprender) me parecen algo tan misterioso, raro, peculiar, personal, extraño, curioso€ que no sé muy bien con qué procesos podría asegurarse o cómo podría medirse en su totalidad. Su naturaleza lo hace ser muy difícilmente sistematizable.

Además, se da siempre muy alegremente por descontado que el profesor quiere enseñar algo al alumno y que el alumno quiere aprender algo del profesor. Y aunque las más de las veces sucede que el profesor enseña en contra de la voluntad de sus discentes, muchas otras sucede que los alumnos aprenden incluso aunque el profesor no quiera enseñar ´de verdad´. Profesores supermonótonos y superplanos pueden haber enseñado a muchos más que el más original, creativo y divertido. Y profesores rompedores pueden haber hecho añicos la temprana vocación de un niño por una materia. Dándose las mejores condiciones, al tratarse de material humano altamente inflamable, siempre se está expuesto a mil factores que nada tienen que ver con la enseñanza pero que pueden alterarla significativamente.

En ese sentido, creo que uno de los graves errores del ´espíritu logsiano´ estaba en hacernos creer que se habían descubierto los principios pedagógicos universales y que, los profesores españoles, a pesar de su demostrada calidad científica y didáctica, eran muy malísimos porque ni se los sabían ni, una vez aprendidos, los querían aplicar. Para mí está claro que, de existir tales principios, deben ser muy pocos, muy generales y muy mal conocidos. Y, por lo tanto, difícilmente pueden diseñarse planes de mejora o de progreso de la ´calidad docente´ basándose en ellos. Menos aún medirse.

Por decirlo en román paladino: nadie en su sano juicio puede creerse que convertir una escuela en una moderna fábrica de chorizos con sello de calidad pedagógica se trate de un gran progreso educativo.