Si ustedes habían pensado últimamente en acudir a algún mercadillo o a alguna berbena, no se lo piensen más; no vayan al Rastro de Madrid, ni a la Alcaicería de Granada, ni siquiera al mercadillo de Torrevieja: visiten sin dudarlo la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense. Según publican algunos diarios, el pasillo de la cafetería de esa facultad se ha convertido en un museo antifascista y en un mercadillo moderno. Al parecer, a lo largo y ancho de los pasillos hay infinidad de pancartas, pegatinas, pintadas y mensajes reivindicativos de todo tipo. En cada columna, la cara recortada a spray de un fusilado del franquismo que pintaron cuando murió Manuel Fraga y cien mil consignas más: contra el totalitarismo en Ucrania, contra los bancos, contra la ´Casta everywhere´, contra Bolonia, contra Wert, a favor de las ´locas lesbianas y rebeldes´. Según estos diarios, en el suelo de los pasillos se sientan decenas de estudiantes que comen, trabajan, charlan o echan una partida como si se tratase de una gran comuna feliz. En una mesita de camping, uno puede encontrarse con dos chicas que venden comida vegana. Y no solo eso; a lo largo del pasillo, además de comida sana, se ofrecen chucherías, bizcochos de supermercado y café con vaso de usar y tirar. Se sirven en mesas en las que los estudiantes fuman tabaco y pitillitos de la risa. Entre las curiosidades, destaca una pareja de más de treinta años que regenta un puesto de collares y pendientes hippies.

Según parece, en esta facultad es donde se fraguó el partido político Podemos. 19 de los 62 miembros del Consejo Ciudadano que controla el grueso de las decisiones del partido son profesores, trabajadores, investigadores o alumnos de la facultad. La cúpula del partido „Monedero, Pablo Iglesias, Miguel Urbán y Carolina Bescansa„ se conocieron ahí. Parte del profesorado acusa a Pablo Iglesias y su camarilla de controlarlo todo. Usando sus propios términos, les echan en cara que la ´casta´ de la facultad son ellos. Otros profesores les acusan de fomentar los ´escraches´ contra algunos políticos que acudieron a la facultad a dar conferencias, con gritos, abucheos y patadas en las puertas de las salas.

La utilización de las facultades para la difusión de ideas políticas no es algo nuevo en España. Ya en los años 80 el PSOE utilizó esa misma facultad para crear su red propagandística. Esta utilización es, cuando menos, preocupante; a la facultad de Políticas debería acudirse para aprender ciencia política, no para hacer política. A aquellos que defendemos la educación pública, plural, de calidad y abierta, nos repugna este tipo de actividades. La educación debe quedar al margen de las ideologías políticas personales, porque eso supone una manipulación manifiesta. Los docentes estamos para enseñar, no para adoctrinar. Los que defendemos la educación pública pensamos que todos tienen derecho a una educación de calidad; los que son de izquierdas y los que son de derechas, los que son católicos y los que no lo son, los que aman el circo y los que lo odian, las mujeres y los hombres. De otro modo, aquellos que nos definimos como progresistas y demócratas perderíamos todo nuestro valor: no podemos hipócritamente usar los mismos métodos de aquellos a quienes tachamos de fascistas.