Llamadas hechas, recibidas, perdidas; cortas o extensas; superficiales, profundas; necesarias e innecesarias. A tiempo y a destiempo; con o fuera de cobertura. Esperadas y desesperadas. Llamadas a diestro y siniestro por doquier, oportunas e inoportunas€ Necesitamos comunicarnos porque somos seres sociables por naturaleza pero las nuevas tecnologías pueden convertirse en extrañas dictaduras de hipercomunicación. La paradoja es que mucha gente se siente sola. Del móvil de nuestra vida (aquello que nos motiva) podemos pasar casi sin darnos cuenta al móvil en nuestra vida (el teléfono o cualquier otro soporte electrónico que nos absorben por completo la atención y el interés).

Si alguien nos preguntase sobre nuestras relaciones de amistad, la mayoría responderíamos que preferimos unos cuantos amigos en el cuarto de estar de casa que esos cientos o miles que nos siguen en las redes sociales. El mejor predicador no suele ser en este caso ´fray ejemplo´, porque justo cuando vemos a gente que se aísla ante las pantallas o se comporta compulsivamente con el teclado, nos ´conectamos´ casi de bruces a nuestra realidad. ¿Término medio?... La cuestión va mucho más allá y cada cual sabrá cómo atender sus llamadas personales. Este artículo quizá se convierta para algunos en llamada de atención pero me limito a exponer una realidad que se impone e irrumpe inoportuna en no pocos ámbitos. Ceremonias, conciertos, reuniones y un sinfín de actividades acusan melodías, timbres, campanas, marchas militares, voces y aplausos sin venir a cuento ni contar con nadie. ¿El sino de los tiempos o el a destiempo de la sinrazón?

Por si acaso, al salir de casa pongo mi móvil en modo vibración, a costa de no enterarme puntualmente de quien me llama, de eso se encarga la memoria de este artilugio que cada vez nos presta más servicios ayudándonos a recorrer el mundo con esa especie de botas virtuales que nos acercan a unos y otros. El mundo ante nosotros y nosotros ante el mundo. Llamadas que tantas veces nos interpelan. Llamadas a las que nos gustaría saber responder. Llamadas que quisiéramos hacer. Llamadas que realizamos sin ni siquiera proponérnoslo. Llamadas inesperadas que nos llenan de tristeza o alegría. La cuestión es que vivimos conectados y casi no podemos pasar sin ese ponernos las pilas sobre cuanto acontece. Creo que, por decirlo de algún modo, nuestro interés más noble es vivir con plenitud. Descubrir nuestra capacidad es tarea de una vida. La vida es un tesoro a custodiar entre todos. Cada cual responda a su llamada. A veces, no respondo a las del móvil porque al llevarlo en el bolso no me entero. Otras, por el contrario, lo guardo sin desbloquear y me llevo alguna que otra reprimenda pero también alegría cuando, sin motivo concreto, recibo la llamada de alguno de mis hijos porque, según dicen, les estaba llamando.

Me pregunto: Las mujeres que abortan ¿escucharán algún día la llamada de sus hijos? Creo que siempre.