El pasado día 11 de noviembre se publicaba la noticia de la creación en Murcia del Observatorio de la Cultura, una iniciativa promovida por un grupo de ciudadanas y ciudadanos en desacuerdo con el estilo de gobierno que ha caracterizado la política cultural de la región hasta la fecha.

Se daba así un primer paso a partir de un diagnóstico compartido: es necesario „y cada vez más urgente„ organizar este desacuerdo y traducirlo en un espacio capaz de articular los diferentes intereses de los agentes culturales de la región, de registrar sus preocupaciones y ensayar posibles respuestas a sus problemas particulares. Pero también -y esto es decisivo„ capaz de convertirse en una herramienta de análisis, control riguroso y transformación tanto de nuestras instituciones culturales como del funcionamiento de la Administración pública en este ámbito.

¿Qué relación existe entre la formación del Observatorio de la Cultura y la decisión, por parte de la consejería, de que Javier Fuentes Feo no continúe como director del Cendeac, centro al frente del cual ha estado los últimos cuatro años? Conocíamos la noticia el 4 de noviembre. A partir de ese momento el reconocimiento hacia su trabajo ha sido explícito y unánime. Tanto como la indignación ante una decisión tomada unilateralmente, sin previo aviso, y que deja a dicha institución „así como a las personas y los colectivos comprometidos con ella„ en una absoluta incertidumbre acerca de su futuro. Se ponía punto y final a un modelo de gestión pública independiente en su programación, convencido de la importancia de cooperar con los agentes culturales de la ciudad, y dispuesto a crear alianzas con otras instituciones públicas para el refuerzo mutuo, además de económicamente responsable y realmente transparente.

Ahora bien, sería del todo erróneo interpretar este punto y final como la única causa que está detrás de la formación del Observatorio de la Cultura. Ya se ha señalado antes: a ello debemos sumar un amplio descontento social que ha ido incrementándose paulatinamente, aunque sin encontrar un anclaje que abra la posibilidad de probar formas de mayor coordinación capaces de formular respuestas. Por tanto, si el caso de Fuentes Feo y el trabajo en el Cendeac estos cuatro años tiene relevancia, es por haber funcionado precisamente como una especie de punto de apoyo o acelerador para poner sobre la mesa „y debatir acerca de cómo se pone en práctica„ la necesidad de definir un nuevo marco de actuación administrativa e institucional que no excluya a la ciudadanía de la toma de decisiones.

En este sentido, el Observatorio de la Cultura se presenta, en primer lugar, como un espacio abierto a todos los agentes culturales de la región, sea cual sea el sector en el que desarrollan su trabajo, el modo de organización que defienden como propio o el tipo de respaldo institucional que requieren. Es necesario que comprendamos la importancia de romper las inercias „ejecutadas desde arriba, reproducidas por abajo„ que hayan podido provocar una cierta fragmentación del tejido cultural de la región, y apostar, por tanto, firmemente, por un espacio híbrido que fomente la interacción, el intercambio de argumentos, y la posibilidad de poner en común tanto los problemas como las formas alternativas de darles una solución.

Se trata de un proyecto incompatible con el de una cultura entendida como reclamo económico y utilizada como recurso en beneficio de la clase política. Lo que se plantea desde el Observatorio de la Cultura responde a unas coordenadas muy distintas: la redefinición de la función pública de la cultura y la construcción de un mecanismo de actuación conjunta para controlar y dirigir los asuntos que le son relativos. Se entiende que esto supondría un paso decisivo para la cultura murciana, pero también dentro de ese proceso que se nos abre actualmente, y que sitúa en el centro del debate la pregunta acerca de qué es lo que significa democratizar las instituciones.

No se trata solamente de evaluar y transformar los fines de las políticas públicas en el ámbito de la cultura, sino también los medios que habilitan y conducen los procesos decisionales que determinan en definitiva qué se hace, por qué y cómo. Planificación, distribución y uso de los recursos, modelos de financiación, protocolos de dirección, procesos de rendición de cuentas, producción. Hay mucho por hacer, y nada garantiza el éxito. Las Administraciones pasan por un momento crítico debido tanto a factores que las desbordan „estructurales, económicos, escalares„ como a las prácticas y los hábitos instaurados, que son precisamente el origen del bloqueo institucional „de naturaleza profundamente política„ que reina hoy casi por doquier. Las expectativas de que esta situación se revierta desde dentro son nulas, y tampoco conviene confiarlo todo a un hipotético futuro cambio de Gobierno, que en todo caso deberá reconocer las demandas de la ciudadanía como la condición sine qua non de su política cultural.

Por ello la constitución del Observatorio de la Cultura es un momento tan importante para la región. De su existencia depende la fortaleza de nuestra sociedad civil, y la posibilidad de disponer de espacio donde poder reflexionar y decidir acerca de las relaciones entre instituciones públicas, cultura y democracia.