Gratuitamente, sin coste alguno. ¿Extraño? ¿Inusual? ¿Anticuado?... Estamos inmersos en un tiempo donde los abusos proliferan de manera destacada y, me atrevería a decir, insolente. La crisis de valores parece no tocar fondo, los escándalos por abuso de poder y apoderamiento del dinero ajeno salpican a personas que, ocupando puestos de responsabilidad en la vida pública, lejos de velar por el bien común se han aprovechado descaradamente de la confianza depositada en ellos. Ser y parecer es condición sine qua non de la bonhomía. Cuesta trabajo comprender tamaños abusos cuando, desgraciadamente, abundan no solo el paro y la falta de recursos de familias enteras, sino la precariedad de salarios como retribución a interminables horas de trabajo. Veremos en qué queda todo esto. La corrupción daña a todos mucho más que la famosa manzana podrida del frutero. El efecto dominó de expulsiones y dimisiones debería quedar subrayado por la eficacia de una buena actuación judicial.

Como el mejor predicador sigue siendo ´Fray Ejemplo´, no nos queda otra que hacer, de cuando en cuando, un examen de coherencia. Lejos de mirar hacia otro lado sin más, creo que es bueno descubrir que sigue habiendo mucha, muchísima gente buena y entre ellos, personas que se dedican a los demás, con alma, corazón y vida, ´de balde´, gratuitamente, sin coste alguno económico. Sencillamente, la generosidad es su tarjeta de visita. Si comenzáramos a enumerar, la lista resultaría interminable. Con la que está cayendo, es una buena inyección de optimismo.

A título personal me gustaría resaltar la labor callada de madres y padres de familia, y la incondicional ayuda de los abuelos. También la de ese ejército de voluntarios repartidos entre innumerables asociaciones sin ánimo de lucro. Lejos de ser extraño, inusual o anticuado, la dedicación a los demás de manera altruista es lo que refuerza de forma inalterable, los cimientos de una sociedad en la que cada miembro sea respetado, querido y ayudado en el logro de su proyecto vital. Sí, un mundo mejor es posible si todos arrimamos el hombro. El hermano ayudado por el hermano, como ciudad amurallada. Gran ciudad es nuestra aldea global. Todos, distantes y cercanos pero nunca extraños. Gratuitamente, sin coste alguno económico€ pero, en tantas ocasiones, dando la vida. Vale la pena seguir esa estela de generosidad de tantas personas anónimas o no, porque nada más observar nuestro entorno, descubrimos el buen hacer de familiares, vecinos, amigos o gente que aparece siempre cuando surge una necesidad.

No es cierto que todo el mundo cobre por hacer algo. El dinero sigue siendo medio y no fin, pese a la aparente ignorancia y abuso de algunos, sin embargo ´¡poderoso caballero es don dinero!´ que perturba y avillana a quien le aclama. El precio a pagar no cubrirá lo perdido. Las cuentas, en esos casos, no cuadrarán nunca. Prefiero seguir la estela, el ejemplo de tantas personas generosas, empeñadas en hacer las cosas como Dios manda. No existe mejor pagador: «Mis elegidos no trabajarán en vano»€