Perdone que le moleste pero la vida está llena de tarjetas y estamos rodeados de ellas, al igual que Rambo de los Viet Cong, Ana Mato de asesores con seso o Blesa de consejeros de corbatas verde pistacho. Tarjetas, como digo, al igual que las pastillas, las hay de muchos colores. Son además de diferentes formas, tipos y funciones, a saber: de regalo, de visita, del médico, del autobús, de comunión, de boda, de pésame, con restos de cocaína, de cumpleaños, de la mutua, de embarque, de la tercera edad, etc.

Pero las más efectivas son las Black, que miden 45 cm2, y son de crédito ilimitado. Las famosas negras de la extinta Caja Madrid son la ostia en verso, en estrofa o en soneto. Además molan un Rato.

Hoy les quiero hablar de dichas tarjetas, de las mundialmente conocidas c0mo de las estrellas: las Star Jetas o tarjetas de los caraduras. Créanme cuando les digo que son como un premio de la lotería pero sin comprar el décimo. (A propósito de los sorteos, qué suerte tiene el castellonense señor Fabra, a quien todos los años le toca el Gordo. El caso es que no sé yo si algún día mas cercano que lejano entrase en el talego. ¿Le dejarían ver la retransmisión del mismo por la tele con esos niños de San Ildefonso tan multiculturales y con olorcillo a colonia Nenuco?).

Hablando de tarjetas, las black de Caja Madrid son como las de regalo de El Corte Inglés, pero sin límite alguno y sin que llegue el extracto a tu casa al mes siguiente. A mi sólo me llegaban cartas de don Isidoro Álvarez, que era una persona muy atenta y con mucha memoria. Me felicitaba todos los años por mi cumpleaños. Recuerdo que de pequeño no quería ser bombero ni policía (que te bañan en Cala Cortina de broma). Yo siempre quise ser consejero de Caja Madrid, la entidad madrileña más de moda que las películas de Almodóvar.

Recuerdo también con nostalgia que, cuando la víspera de Reyes veía pasar a los Reyes Magos de Oriente en sus maravillosas carrozas, cerraba los ojos y les pedía con mucha fuerza un sillón en el Consejo, pero nunca me hacían caso. Como mucho me traían una banqueta o escabel. El sillón lo dejaban para representantes de los sindicatos y políticos de toda índole y color.

Con una tarjeta de Caja Madrid podías vivir como un rey pero sin los pequeños disgustos que te dan los yernos, aunque Rafael Spottorno, exjefe de la Casa del Rey, le diera alguno que otro.

Cuando era un adolescente indecente mis ídolos no fueron Pelé, Madame Curie o Diego de Velázquez, no; mis ídolos de verdad fueron:

Ildefonso Sánchez, que se fundió, con un trozo de plástico con el cuerpo de un osito rascando un árbol, una media de un millón de pesetas cada sesenta días durante ocho años seguidos: 482.200 euros en total.

El filocomunista José Antonio Moral, miembro del sector prosoviético se gastó con la dichosa tarjeta la pequeña cantidad de 456.500 euros, de los cuales en un solo año (2008) dilapidó once millones de las antiguas pesetas.

Otro figura es Ricardo Morado (448.300 euros). Fue demandado por UPyD junto a otros cargos de la entidad por estafa y apropiación indebida el año pasado. En lo referente a las tarjetas opacas, el señorito se fundió 448.300 euros en ocho años.

El rey de reyes, el señor Miguel Blesa, alias El Niño de los Safaris, gastó un total de 436.700 euros. Al nota le hicieron presidente de Caja Madrid en 1996 a 2009, a propuesta de los populares, pese a no tener experiencia en el sector de los billetes legales, pero, claro, era íntimo amigo de Aznar. Ya ha estado un par de semanas en Villa Candado por otras causas a la espera de saber cunado vuelve.

Ramón Ferraz es el zorro cuidando las gallinas. Ha pedido la vuelta a su antiguo puesto en Hacienda. Pasó de ser inspector de Finanzas del Estado a fundirse 397.900 pavos. Mariano Pérez (379.500 euros) 63 millones de las antiguas pesetas. Cobró una indemnización de 1,1 millones por estar veintiún meses en el cargo. Enrique de la Torre (320.700 euros) más de 53 millones de pesetas... Suma y sigue.

El caso es que seas comunista o trapecista, aquí todos se han dilapidado un pastón. Y lo que es más doloroso, que no creen que hayan hecho nada malo. Aún no me entra en la cabeza cómo puede gastarse uno ochenta y pico millones de pesetas con una tarjeta de crédito.

Yo qué quieren que les diga, o los políticos ponen freno a esta forma de actuar o estas prácticas van a ser las que hagan saltar por los aires la convivencia de todos nosotros. Porque al resto de los españoles nos piden que hagamos esfuerzos y luego vuelan los sobres en Génova. Suiza y sus cuentas son la décimo octava comunidad de España. Los sindicatos en Andalucía son la vergüenza nacional; el descaro de los gobernantes en la Comunidad Valenciana es de película...

Anda y que les den por donde amargan los pepinos porque esto es para coger un camino, pero para no volver.