Ni un solo día nos levantemos en nuestro país sin sobresaltados por los acontecimientos políticos, económicos o sociales. Pero si algo nos afecta de forma directa, son los ataques a nuestros maltrechos bolsillos, como en el caso de la factura eléctrica y las amenazas continuas de subidas.

El ciudadano de a pie no entiende lo que está pasando, y solo escucha o lee cómo cada uno de los responsables tira balones fuera e inculpa al otro de lo que está sucediendo. Si bien, ni uno ni otro propone o dispone una solución que pueda ser definitiva a algo tan esencial para la economía de un país como es el precio de la electricidad.

En el BOE se publicó la resolución que establece el contenido mínimo, el modelo de factura de electricidad y medidas de protección al consumidor, contemplando, entre otros aspectos, el acceso de los consumidores a sus datos de consumo, los precios asociados y los costes del servicio, así como la información relativa a las vías de solución de conflictos.

La nueva factura aporta más información pero no supone ningún ahorro. De los conceptos aparecidos que determinan el precio final, sólo el 40% hacen referencia al consumo eléctrico real.

Los ciudadanos deben saber con claridad que, del coste de la factura eléctrica para los consumidores de tarifa regulada (TUR) „de los que hay mas de 18 millones de contratos„, el 60% del precio es fijado por el Gobierno para el pago de la distribución, mantenimiento, subvenciones, tasas, etc. Y el resto, es lo que corresponde realmente al precio por Kw/h consumido.

La primera parte de la factura, que es la correspondiente al mantenimiento, distribución, subvenciones, tasas... tenemos claro que es una parte fija. La única forma de reducirla sería aumentando el número de contratos y el consumo eléctrico, para que pudiese repartirse entre más abonados, y con mas potencia contratada, lo que supondría un cambio sustancial de modelo. Es decir, tendríamos que ponderar la utilización de la energía eléctrica frente a otras como el gasoil, gas, gasolina, etc.

Deberíamos cambiar paulatinamente los sistemas de calefacción de gas o gasoil por bombas de calor eléctricas. Y promocionar la utilización de vehículos eléctricos, dado que, hoy por hoy, los coches y camiones son los responsables del 40% del consumo de la energía primaria.

De esta forma, disminuiría en gran medida nuestra dependencia del exterior, y mejoraría notablemente nuestra balanza de pagos, excedentes que podrían ser utilizados para aminorar los precios de la electricidad.

Es obligado facilitar una producción electricidad más barata y a través de fuentes de energía propias, es decir, fotovoltaica, eólica, hidráulica, nuclear€ minimizando el uso de las centrales térmicas convencionales, los ciclos combinados, etc. Nos proporcionará muchísima más autonomía y estabilidad en los precios de la electricidad, y por supuesto aportará numerosos beneficios ambientales.

La energía más cara. Por otra parte, en un momento en el que tenemos que aumentar nuestra competitividad como país, no podemos permitirnos el lujo de tener la energía mas cara de Europa, solo por detrás de Chipre y Malta. Todo ello fruto de una pésima planificación energética de los últimos años y la falta de acuerdo para realizar un pacto de Estado en este sentido, que pudiese dotar de una estabilidad al sistema energético español.

Que se han cometido errores, y graves, ya lo sabemos. Que los vamos a pagar entre todos, también lo sabemos. Ahora lo que hace falta es intentar que los mismos no vuelvan a repetirse y fijar de una vez por todas unos objetivos claros que nos permitan alcanzar un futuro energético estable. Para ello se han de equilibrar los tres principios que ha de cumplir el sector eléctrico: seguridad y garantía de suministro; precios baratos; y que sea limpio y bajo en emisiones.

Durante los últimos años, únicamente se han focalizado esfuerzos en el primer principio y en el tercero. Se ha obviado por completo el segundo. De aquellos polvos, estos lodos, que tienen como consecuencia la subida de casi un 70% del precio en los últimos seis años. Más lo que está por venir.

Sobredimensionados. Tenemos un sistema de distribución eléctrica muy fiable y de los mejores del mundo, por tanto, de los más caros de mantener. También, sobredimensionado en algunos casos. Se vienen a la cabeza algunos tramos de red de transporte y subestaciones destinadas a suministrar energía eléctrica a aeropuertos que no funcionan o a urbanizaciones sin desarrollar, auspiciadas en plena expansión inmobiliaria que, por supuesto, tenemos que mantener y pagar.

Tenemos una capacidad de producción eléctrica de más del doble de lo que nunca hemos consumido. La fiabilidad de suministro es enorme, pero a pesar de ello, y curiosamente, somos un país netamente importador de energía eléctrica, en especial de Francia. Esto, prácticamente nadie lo puede entender.

Energías limpias. La pregunta evidente es: ¿Cuáles serían las fórmulas de futuro para conseguir reducir el precio de la energía? Si hay algo realmente preocupante, es la forma de conseguir implantar energías limpias y renovables a golpe de talonario. En concreto, es imperdonable lo acontecido con las instalaciones fotovoltaicas, a las que se hace, de forma injusta, responsables de todos los males del sector.

Estamos pagando los numerosos errores de planificación y estrategia, tanto en el tiempo como en la forma.

Es precisamente ahora cuando las tecnologías fotovoltaicas han reducido su precio en mas del 75%. Ya es viable económicamente su instalación. Sin embargo, como tenemos más que suficiente potencia instalada, se están poniendo impuestos para que su instalación sea inviable. Así que tenemos, que antes se daban subvenciones para instalar esta tecnología para que fuese viable, y ahora se ponen impuestos para evitar que lo sea. Esto es un auténtico disparate.

Es más, cuando nuestros gobernantes se dan cuenta del enorme error cometido con tanta subvención, hacen lo que nunca se debería hacer en un país ´serio´: eliminan parte de esas subvenciones con carácter retroactivo.

Cambiaron las reglas del juego que habían llevado a cientos de miles de personas y empresas a realizar estas inversiones. La traducción al lenguaje coloquial es algo muy parecido a una ´estafa´, que además resta credibilidad y posibilidades de inversión a nuestro país.

Ahora bien, y para ser justos, habría que decir que todas esas subvenciones a la energía fotovoltaica han supuesto que seamos un país referente en el sector y, por supuesto, que se haya innovado mucho en este campo. Hemos conseguido, hoy por hoy, tecnologías mucho mas eficientes y baratas, que son las que ahora se están instalando en otros países sin necesidad de subvención. Entiendo que dichas subvenciones, en vez de ser con cargo a las tarifas eléctricas, deberían haber sido por lo menos en parte a I+D+i y con cargo a los presupuestos del Estado.

Además deberíamos tener presente que disponemos de una dependencia energética del exterior de casi el 80%. Cualquier fuente de energía autóctona como en este caso es el sol, cobra una importancia vital en nuestra balanza de pagos y en el resultado global de nuestra economía. Habría que sumar, también, la nula emisión de gases de efecto invernadero y lo que conlleva respecto a los derechos de emisión y los compromisos adquiridos para la implantación de renovables.

Ya está bien de descargar todas las culpas a las renovables. Así que, señoras y señores, desde aquí se propone un cambio de modelo tendente al aumento del consumo eléctrico, generado por fuentes propias de energía, y que además sean limpias. Tendremos asegurado un sistema energético estable para el futuro, y ahí tendrá un peso importantísimo el ahora denostado sector fotovoltaico.